Las dos manifestaciones artísticas que voy a comparar se dieron casi seguidas. Estimo que fue hace alrededor de cinco años; quizás un año más. Iba a venir a mi ciudad una cantautora llamada La Otra, a quien yo seguía, junto a un poeta. No recuerdo el nombre del chico, tampoco le conocía de antes, pero me animé a ir a verles.
Para ayudar a imaginar la situación, el concierto y el recital iban a
ser en un local de izquierdas y LGTB. En concreto, en la sala de abajo, que es
un espacio pequeñito con un humilde escenario, sillas plegables y luz tenue. Es
decir, yo iba a estar cómoda: era un ambiente con gente, dentro de lo que cabe,
afín; además de que la baja luz hacía que no tuviera que estar pendiente de que
las personas me mirasen. Más contexto: tengo TOC, trastorno obsesivo
compulsivo, diagnosticado desde hace unos cuantos años. Por aquel entonces no
me medicaba y mi cerebro a veces era (y es) un caos: nunca estoy relajada,
nunca estoy suelta en ninguna situación, pienso millones de cosas a la
vez y ninguna buena. Llegar tarde, con amigas y sin luz era el escenario
perfecto para no tener que interactuar socialmente demasiado. Esto lo cuento
para ayudar a entender el estado mental con el que iba a sumergirme en un
recital y en un concierto.
El lugar no era un museo ni un teatro ni un conservatorio; había estado
en ese mismo sitio de fiesta y borracha unas cuantas veces. No había personal
experto en arte ni reseñas que me guiasen en la interpretación. Era un
concierto de una cantautora que hablaba de política y de feminismo, no algo tópicamente
artístico.
La Otra |
Sinceramente, recuerdo poco del chico y su poesía. Digamos que no me
gusta la poesía. No sé si decir que no me gusta es demasiado fuerte, pero no
siento nada. Recitada, la atención se me va a la entonación y las pausas;
muchas veces me parece sobreactuación. Como si todos los poetas y poetisas se
forzasen a leer de misma manera. No digo que sea así siempre, obviamente, solo
que me despista. Y leída, parecido. Siento que los esfuerzos por la métrica o
por las rimas, o porque quede bonito, me hacen gastar demasiada energía en
centrarme en el mensaje (¿Y por qué en la música no me pasa esto? Pues no lo sé).
Sospecho que soy un poco platónica en este aspecto.
Esta vez no fue la excepción. No me desagradó y los temas de sus poemas
me eran cercanos; incluso si volviera a toparme con otro de sus recitales,
podría repetir. Pero ya está. Comparándome con el resto del público, yo estaba
afuera. Ahora pienso en lo curioso que es que el arte tenga la capacidad de dar
experiencias estéticas, pero que no las de per se. Que depende de la
persona, del contexto, del autor o autora, del tipo de obra… Y me vienen muchas
preguntas. ¿El arte incapaz de producir experiencias estéticas es arte? ¿Es el
arte más una situación que un producto?
Cuando acabó de leer, arrancó hojas donde tenía escrito sus poemas, y los repartió entre algunas personas afortunadas del público. Como yo fui una de ellas, aquí adjunto la prueba. Me sentí un poco mal al pensar que quizás a otra persona le serviría más llevarse un recuerdo de ese día, pero lo doblé y me lo metí al bolsillo.
Después de un pequeño descanso, salió La Otra. En su momento me gustaban
muchas de sus canciones, pero voy a centrarme en una llamada Aunque. Sus
primeros párrafos dicen así:
Aunque tú ya no estés,
Seguirá amaneciendo.
Aunque tú ya no estés,
Volveré a sonreír.
Aunque te hayas marchado,
Soplarán nuevos vientos.
Aunque te eche de menos,
Brillará el porvenir.
Aunque no salió bien,
Volveré a enamorarme.
Aunque hoy nos desalojen,
Volveremos a okupar.
Y el estribillo:
Seguirá en pie la lucha,
Mantendré la alegría
Y tras cada caída volveré a levantar,
Y aunque a veces me cueste,
Cada vez que tropiece.
Cada vez que me pierda buscaré una vez más,
Buscaré una vez más.
Hacía unos meses que me dejó mi primera pareja. Era una relación horrible por su culpa, ahora no me da ninguna vergüenza decirlo. Sin
entrar demasiado en detalles, tras la el final de la relación vino música
triste, helados, series y películas románticas, lloros. En fin, una ruptura de
amor romántico en toda regla. Entonces descubrí a esta chica. De verdad que creo que
ella me salvó, con esa canción lloraba de una forma distinta. Lloraba bien.
Cuando estamos tristes es normal que nos apetezca música triste porque queremos
sentir más; a veces estar triste es inevitable y necesario. Pero, joder, ya
estaba bien.
El día del concierto, esa canción fue tan especial para
mí. Si con el anterior chico yo pensaba en lo afuera que estaba de la
situación, aquí no pensaba, solo sentía algo bonito. Cuando se me cayó alguna
lágrima, mi conciencia tuvo que venir a recordarme que podría haber gente
conocida mirándome, y como no quería dar ninguna explicación tenía que
limpiarme rápido. Claramente había un vínculo artístico entre la cantante/guitarrista,
su canción y yo, aunque ella no supiera de mi existencia. Y creo que esta emoción
es lo que caracteriza el arte, que en mi caso fue un sentimiento de esperanza.
Pero un sentimiento que fue capaz de moldear todo mi ser hacia el futuro, tanto
pensamientos, como sentimientos y como actos.
Solo he empleado un par de carillas en describir ambas manifestaciones artísticas, y aun así siento que me daría para dar a luz un par de tesis sobre mis emociones a raíz del arte. En definitiva, mis conclusiones son varias.
Primero, que el arte es contextual. Supongo que esto quería decir Duchamp con el inodoro al sacarlo del baño y colocarlo en un museo, pero yo no me refiero exactamente a eso. Más bien a que la capacidad de una obra artística para tocarnos depende de la historia, del contexto, de la persona. Una misma obra puede interpretarse y aprehenderse de maneras dispares para distintas personas, o incluso para la misma persona en diferentes momentos de su vida.
Y segundo, experiencia estética y producción artística
no van de la mano. Yo no entré a ese concierto predispuesta para sentir el
arte, o al menos no lo hice conscientemente. Y da igual que al arte lo definan
como arte o no, independientemente de eso tendrá el potencial de sentirse como
arte (aunque no para todo el mundo). Aquí, otra vez me siento algo, solo algo, platónica; apreciando
la belleza estética y ligándola al bien, pero desligándola, a veces, del arte.
Por estos motivos, me inclino a pensar que el arte debe tener más que ver con
emociones que con su materialidad.
Para poner punto final a estos párrafos, diré que esa ruptura ya está bien superada, y que con mis siguientes parejas tuve rupturas amables. Hacía mucho que no escuchaba a La Otra, y ha sido bonito recordarla. Aunque ahora que han pasado años no he sentido lo mismo, los sentimientos positivos siguen ahí.
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