jueves, 6 de mayo de 2021

¿Qué es relevante de la escritura para la epistemología?

 1. La escritura, como la epistemología, es algo contingente. La escritura es una creación humana, una producción no necesaria para la cultura; lo que hace que cada una de estas culturas desarrolle una escritura particular (no universal). Y, al igual que la escritura no tiene por qué nacer, tampoco tiene por qué seguir desarrollándose. La epistemología puede así estudiar cómo varía el conocimiento entre las escrituras de diferentes culturas, por qué surgen y cómo evolucionan. 

2. La escritura es una forma de representación del lenguaje oral, del lenguaje natural. Esta necesita para desarrollarse una tecnología alfabética y, al igual que el lenguaje natural, no representa al mundo directamente, sino las representaciones que nosotros nos hacemos de él. Se percibe pues una clara relación entre cómo es la escritura de una cultura y el conocimiento que esta tiene del mundo.

3. El conocimiento se gestiona de manera distinta dependiendo de en qué soporte se presenta la escritura. Desde la arcilla, el papiro, el papel y la pantalla, los temas sobre los que se escribía y la cantidad de producciones han variado infinitamente. Se habla de que la digitalización de la escritura ha influido más a la epistemología que hasta incluso la creación de la imprenta, ya que ha desarrollado un nuevo tipo de conocimiento transpersonal, creando una memoria universal y externalizada.

sábado, 1 de mayo de 2021

Valores epistémicos y correlatos axiológicos

Los sistemas de valores que una cultura establece dependen de la codificación mental del mundo que esta se ha construido: qué conoce, cómo conoce y qué no conoce. Dicho con otras palabras, los valores epistémicos del conocimiento de esa cultura desarrollan unos ciertos correlatos axiológicos. De esta manera llegamos al concepto de responsabilidad epistémica, con el que se hace referencia a esta relación epistémica-moral que interrelaciona a la cultura, al sujeto y a sus creencias. Cuando la cultura es capaz de estudiar estas formas de conocer suya, se hace responsable de ellas, podemos hablar entonces de virtud epistémica.  

Dentro de estos valores epistémicos podemos hablar de la verdad, del compromiso semántico, de la testabilidad intersubjetiva y de la coherencia interna y externa. Voy a resaltar uno en concreto, el compromiso semántico.  Entre sus correlatos axiológicos están el favorecer la discusión política-social, dificultar la demagogia y la manipulación por ambigüedad conceptual. Y me ha venido a la mente un caso paradigmático de falta de compromiso semántico: las frases de Rajoy durante su mandato, aunque también están relacionadas con la falta de coherencia interna. No permiten establecer un diálogo, no favorecen la traducibilidad ni la comunicación, independientemente de que se digan consciente o inconscientemente.



viernes, 23 de abril de 2021

Globalización y circulación del saber: dos conceptos necesarios para hablar del conocimiento en el siglo XVI

 

Durante el siglo XVI, la formación y consolidación del conocimiento a escala global no se debió únicamente a los intercambios neutros entre culturas, o a sus puntos de conexión. Las formas en las que los flujos de conocimiento recorrían el mundo son claves para entender cómo ha sido el proceso de globalización, iniciado a partir de los viajes protagonizados por castellanos y portugueses. 

José Pardo Tomás, en su conferencia “Centro y corazón desta gran bola. Globalización y circulación desde México (1520-1620)” explica cómo las relaciones comerciales y culturales de España y China (mayoritariamente, aunque no eran las únicas) con México, hicieron a este país volverse, como dice el título de su conferencia, el centro del mundo globalizado. El conocimiento científico y el desarrollo tecnológico, cuyo fruto fue un galeón que anualmente recorría la ruta Manila-Acapulco, fue lo que permitió conectar alrededor de doscientos cincuenta años México, China y Japón; transformando así la economía desde un nivel global.

Los puntos de contacto entre América Latina y Europa contarán, como explicaré unos párrafos más adelante, con una gran violencia y un poder que se ejercía desigualmente, pero lo cierto es que la circulación del saber transpacífica entre Asia y América, como apunta Ryan Crewe en Connecting the Indies: the Hispano-Asian Pacific World in Early Modern Global History, tenía un poder deseuropeizador poco estudiado (desde Mesoamérica hacia Europa solo permitíamos la entrada sin alterar del arte o la cocina, por ejemplo, de saberes sin mucha capacidad de alteración del orden; pero ciencia, política o filosofía era ya otra cuestión).  

Crewe propone que el peso que se le otorga a América Latina y a México en concreto en la historia global sea mayor, ya que la circulación de saberes que se realizaba con Asia entre los siglos XVI y XVII no se ha tenido tan en cuenta como se debería. Estos pueden ayudar a deseuropeizar la narrativa histórica desde tres niveles. Primero, económicamente; por ejemplo, con los flujos de plata hacia China que no pasaban previamente por las arcas reales. Segundo, geopolíticamente, ya que México se presentaba así como universalista mientras que Europa ignoraba estas relaciones. Y tercero, culturalmente, ya que el conocimiento mesoaméricano no se valía de una traducción europea para así llegar a Asia.

Como ejemplos de la circulación de los saberes, José Pardo Tomás primeramente expone más en detalle el caso de la medicina, cómo esta fue usada para convertir masivamente los indígenas mesoamericanos al cristianismo. Curando enfermedades mediante el sangrado y el bautismo se trabajaba en un doble plano: en los cuerpos y en las almas. Si en este caso los saberes médicos galeno-europeos viajaron hasta América Latina, con el campo de los sucedáneos ocurrió distinto. Las plantas mesoamericanas (con sus usos médicos, entre otros) fueron tratadas como sustitutas de las europeas. Es decir, como no se puede acceder a medicinas europeas, se emplean las autóctonas, pero despojadas de sus contextos culturales originarios. Por último, profundiza en las llamadas historias naturales, las cuales podían ser instigadas por la corona, propias de las zonas coloniales o debidas a las órdenes religiosas. El poder real quería que las historias naturales no surgidas a raíz de la corona se limitasen, mientras que a la vez nacían, en forma de textos o de dibujos, gracias a los cronistas mestizos, historias con saberes sobre las plantas, el aire, la historia o la naturaleza; a modo de resistencia.

Estos son algunos ejemplos con los que Pardo Tomás y sus compañeros trataron de repensar la geopolítica del siglo XVI a través de la cultura médica nuevohispana, la cual se constituyó a través de complejos circuitos de circulación de los saberes y no solo por influencias académicas o por flujos espontáneos u horizontales.

miércoles, 21 de abril de 2021

Epistemología histórica, esencialismo y su falta de conexión.

 

La esencia, en filosofía, se define, en el caso de apoyar el concepto, como aquello que precede a la existencia: es la cualidad que hace a algo ser como es, o que tienda hacia eso. ¿Podemos entonces ver una relación entre la epistemología histórica y el esencialismo?

Primeramente, el carácter contingente del conocimiento nos da una pista. De hecho, no es solo que la epistemología tenga historia, sino que ella es en sí misma histórica: no empezamos a conocer (ni a conocer cómo conocemos o a qué prejuicios nos enfrentamos) de cero, sino que lo hacemos a partir de bagajes histórico-culturales que nos condicionan. No es que la historia le afecte, es que cambia a lo largo de la historia. El conocimiento no es pues algo estable, por lo que no se cuenta con un método único e invariable en el tiempo que permita estudiarlo; le influyen factores económicos, sociales, ideológicos…, hasta psicológicos.  ¿Nos estaremos acercando entonces, después de esta negación del esencialismo, a una epistemología relativista? No: es cierto que no hay verdades eternas en cuanto a la epistemología histórica, pero eso no quiere decir que no haya ciertas verdades. Rorty apuntó que un método para superar esto podría ser cambiar la idea de verdad por la de justificación, ya que la justificación se hace en base a acuerdos históricos y culturales, apoyados en el contexto.

La epistemología histórica depende entonces del conocimiento de cada cultura (con sus correspondientes tradiciones) y de la capacidad cognitiva, por lo que es imposible que sea esencialista: no hay ninguna normatividad eterna o universal que la guíe.

martes, 6 de abril de 2021

Ingeniería genética y problemáticas éticas: cada vez más cerca

Eugenesia, hijos de diseño, prótesis tecnológicas, medicalización, manipulación genética, clonación… todo esto son conceptos conocidos por la mayoría de la gente, aunque sea en menor medida. Ahora bien, este poco conocimiento popular sobre estos temas no suele dar demasiada confianza, asusta y atrae a partes iguales. En 2007, Michael Sandel, filósofo político, publicó Contra la perfección: la ética en la era de la ingeniería genética, una pequeña obra donde, con un tono y unas palabras comprensibles para todos los públicos, nos habla sobre todas estas problemáticas que entrelazan la ética, la ingeniería genética y el transhumanismo.


Michael Sandel en 2016. 


El libro está orientado hacia esa aspiración de perfeccionamiento que parece que recorre la historia de la humanidad. Solo tiene cinco capítulos, si quitamos los agradecimientos y el epílogo. En el primero nos habla sobre qué hay detrás de esta ética del perfeccionamiento, sobre cómo la ingeniería genética puede mejorar nuestro cuerpo, la memoria, la altura y las implicaciones de poder elegir el sexo. ¿Son libres las elecciones sobre nuestro cuerpo si habitamos un mundo con unos estándares tan claros sobre lo que es deseable y lo que no? En el segundo se explica la relación móvil entre el perfeccionamiento y el logro, enfocándose en el mundo del deporte. El dopaje o la mejora tecnológica del cuerpo con prótesis biónicas no tendría en cuenta esa cultura del esfuerzo en la que vivimos, por lo que sentimos hacia eso cierto rechazo cultural. Pero ¿cuál es la diferencia entre el dopaje, la dieta, los entrenamientos con bajos niveles de oxígeno, las transfusiones de sangre, el tener más dinero para acceder a un mejor equipamiento…? Las versiones tecnológicamente optimizadas van cambiando las viejas reglas del deporte. El tercer capítulo articula nuestra incomodidad hacia los llamados “hijos de diseño”. ¿Es querer controlar tantos parámetros sobre los hijos una muestra de hybris parental? ¿Es ético tener la opción de que tus hijos no desarrollen ciertas enfermedades, y aun así negarse a optimizarlos? Si mejoramos la salud, la vieja distinción clave para el transhumanismo entre curar y mejorar se desdibuja. ¿Estamos dando por hecho que teniendo hijos más guapos, más altos, más rubios y más listos serán más felices? O quizás estamos dejando ese plano vital de lado. El cuarto capítulo trata sobre la eugenesia, haciendo primero un repaso histórico desde el nacimiento de esta teoría. Sandel nos cuenta los ejemplos actuales y silenciados de eugenesia, mujeres de clases bajas o discapacitadas a las que se les ofrecen una serie de ventajas económicas a cambio de someterse a una esterilización. ¿Cuál es el propósito de la eugenesia actual, mejorar el plasma germinal de la humanidad o sacar dinero a consumidores que siguen los flujos de las exigencias y modas socioculturales?  Además, ¿es configurar los hijos violar su autonomía, al no despojarles de la capacidad de ser los responsables de ellos mismos? El último capítulo habla sobre el concepto del “don”, sobre si estos desarrollos tecnológicos están alterando nuestras capacidades morales. Estamos cambiando nuestra naturaleza para encajar en un mundo que nosotros mismos hemos creado, en vez de adaptar el mundo a nosotros.

El libro se enmarca en las problemáticas éticas contemporáneas, aunque todavía moviéndose entre el presente y la ciencia ficción. Esto nos lleva a preguntarnos si entonces merece la pena hacernos ya todas estas preguntas. Por un lado, quizás estamos teorizando sobre algo que nunca llegará a ocurrir; igual descubrimos que hay cuestiones técnicas insalvables, por lo que estas dudas no habrán sido más que una pérdida de tiempo. Por otro lado, si este tipo de tecnologías llegan, quizás lo hagan de forma muy diferente a como nos las imaginamos ahora, por lo que habrá que hacer una revisión de todas las conclusiones previas. En cualquier caso, la filosofía ética suele ir a rebufo de los desarrollos tecnológicos: en su momento no imaginamos que de las redes sociales se podrían robar datos personales de manera masiva o que podrían afectar negativamente a nuestra autoestima, que las pantallas de los ordenadores nos podrían producir problemas de visión o que usarlos en mala postura podría derivar en daños cervicales, entre muchas otras cosas.

Que la ética se adelante al presente tecnológico, que vaya inspeccionando nuevas zonas de apertura científica, me parece una buena inversión de tiempo y recursos. Creo sinceramente que una ciencia y una tecnología sin una ética detrás no merecen la pena: si el propósito de estas es ayudar a la humanidad, hacernos la vida más sencilla y más vivible, el análisis ético debe ser un pilar fundamental en nuestras sociedades. Esta obra en concreto, aunque yo sí la considero extremadamente interesante respecto al tema de la ingeniería genética y la mejora humana, no se ha convertido en representativa de este campo, ni su lectura es fundamental. No hace un repaso exhaustivo por todos los frentes abiertos de la ingeniería genética, sino que va tocando un poquito de los más candentes, para poder proporcionar al lector una visión general.

Aunque Michael Sandel hable sobre todo refiriéndose a la ingeniería genética, lo cierto es que esta modificación humana, este afán de perfeccionamiento, puede enmarcarse dentro de la corriente transhumanista, la cual defiende que el siguiente paso en la evolución humana no será biológico sino tecnológico. Por poner una pega, quizás el transhumanismo está más enfocado al futuro, hacia la consecución de esa raza de poshumanos, mientras que esta futura (pero más cercana) era de la ingeniería genética tiende más hacia una especie de eugenesia liberal, en el mismo sentido en el que Peter Singer hablaba del Supermercado Genético. El fin del libro, lo que parece ser un tema importante para el autor, retrata su perspectiva sobre qué perderíamos si alcanzamos esa era de la ingeniería genética: los humanos (y los animales) aceptamos a nuestra descendencia como un regalo. Podemos dar amor sin esperar nada a cambio, aceptando a la persona tal como es. Además, se entiende que las características personales se deben, en parte, a que la genética es una lotería: nadie tiene la culpa de ser miope, infértil o tener TOC. Por esto, porque la sociedad no se compone de individuos igualitarios ni que parten del mismo punto, nos ayudamos los unos a los otros, como un conjunto. El liberalismo genético no solo supondría, a mi parecer, una mayor discriminación económica, sino cargas morales difíciles de soportar: la sociedad te podría recriminar la aceptación de tus defectos, permitir la no-mejora podría verse como un lastre para el conjunto de individuos. En cualquier caso, todavía estamos lejos de esto. Quizás lo más parecido fue el médico chino condenado a tres años de cárcel cuyo negocio consistía en la modificación genética de embriones.

A nivel personal y como conclusión, expondré brevemente mis percepciones, algunas de las cuales son compartidas con el autor. En primer lugar, un mayor desarrollo tecnológico no supone un mayor desarrollo moral. Aunque la ética y la búsqueda de la felicidad son absolutamente independientes (uno puede hacer lo que considere correcto y que esto le perjudique, por lo que no le proporcionará felicidad; o también puede que esa satisfacción moral de haber permanecido fiel a sus principios le acabe transmitiendo felicidad), peco de ser algo eudemonista. Es ciertamente difícil comparar el nivel de felicidad actual de la población con el del pasado, o el nivel de desarrollo moral (criterios cambiantes, parámetros subjetivos, estudios a escala masiva…), pero construir una civilización cuyos ritmos de trabajo, exigencias estéticas, logros, inversión de tiempo…, nos generan tanto estrés y sufrimiento psicológico, no parece sano. La vida debe ser otra cosa. ¿Por qué no adecuamos el mundo a nosotros, en vez de modificarnos biotecnológicamente para llegar a sus exigencias? En definitiva, esta obra es una encrucijada. Ciencia, tecnología, ética, derecho, política, religión… un cúmulo de disciplinas, cada una con sus múltiples perspectivas, van a ser partícipes de los turbulentos debates de los próximos años.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Transhumanismo y ficción: un tira y afloja

 Aviso a navegantes: el siguiente artículo contiene spoilers

Las obras e historias sobre mejoramiento humano nos han acompañado durante toda nuestra existencia, siendo esta representada desde muy diversas perspectivas. Desde Dédalo e Ícaro añadiendo alas a sus cuerpos (pecando este último de hybris y consiguiendo su propia muerte), pasando por el monstruo de Frankenstein, donde la creación de un ser conlleva la muerte de otros y su enorme sufrimiento acababa en suicidio; hasta Un mundo feliz, donde la raza humana está completamente arrojada a las manos de la ingeniería genética.

Portada de la primera edición de Un Mundo Feliz.


Esta mejora de las capacidades humanas (psicológicas, corporales, emocionales…) por medio de la tecnología (biotecnología, robótica, inteligencia artificial…) se conoce como transhumanismo, y una enorme variedad de ideas distópicas sobre el futuro se le pueden asociar fácilmente. Chips de memoria que nos permitan recordar todo lo que queramos, vidas eternas (ya sea en nuestros propios cuerpos o descargando la conciencia en otros soportes) o el almacenaje de células madre para, en el caso de que suframos algún accidente mortal, recurrir a un clon.

Ahora bien, ¿es posible este desarrollo? Actualmente las prótesis, extensiones artificiales que suplen alguna parte ausente del cuerpo, no son raras de ver. Los implantes cocleares que permiten otorgar el sentido del oído a quien no lo tiene, tampoco. Los controles durante el embarazo para detectar posibles enfermedades graves en el feto también son ya la norma. Que los humanos usemos la tecnología para ayudarnos a vivir en este mundo es un continuum en nuestra historia, y este es uno de los grandes argumentos del transhumanismo para dar pie a este tipo de curas, de soluciones terapéuticas a diversas problemáticas médicas. Pero los casos del párrafo anterior no están curando sino mejorando considerablemente las capacidades humanas; y es esta mejora (y sus consecuencias) la que nutre a tanta literatura y tanta ciencia ficción en general.

Es muy difícil establecer una línea divisoria entre qué es una cura y qué es una mejora, más todavía cuando las concepciones de la sociedad sobre este tema van cambiando con el tiempo. Algunos ejemplos son claros: ¿Quién no iba a querer, por ejemplo, dar el don de la vista a una persona ciega de nacimiento? Otros ya no tanto. ¿Está justificada la elección de tener hijos varones si van a nacer en un lugar donde las mujeres sufren discriminación? ¿Por qué no tener una altura superior a la media, si es un rasgo inofensivo que se considera atractivo? En cualquier caso, en estos ejemplos concretos estaríamos hablando de transhumanismo, pero no hay que perder de vista a su concepto hermano: el poshumanismo, cuando la condición humana quede superada (cuando consigamos la inmortalidad o tomemos la forma de ciborgs, por ejemplo).

La magia del transhumanismo es que la ciencia y la ciencia ficción se entrelazan. Y aunque como base para dejar volar la imaginación esto es una gran oportunidad, cuando queremos hablar más seriamente las cosas se complican. Primero, hay que separar el grano de la paja. Muchas empresas o instituciones dedicadas a estos temas (apps de citas basadas en la genética como safeM8, empresas de criónica como CECRYON o ejércitos con un cuarto de voluntarios robots, como el británico) hacen grandes promesas para conseguir la atención, la financiación y el apoyo del público, aunque sus intenciones anden muy alejadas de la realidad material del momento. También, muchos transhumanistas venden sus planes como inevitables, como las consecuencias lógicas del presente; aunque no haya nada que los asegure. Y después, con los restos que nos han quedado tras el cribado, plantearnos si estas propuestas son deseables.  

Fotograma de la película I am mother donde vemos a una madre y su hija


Obras de ciencia ficción donde escogemos investigar sobre las propuestas tecnológicas correctas, controlamos todo el proceso y acabamos en un mundo utópico y feliz, hay realmente pocas. Siempre es más jugoso que un robot diseñado para ayudar a mejorar la humanidad decida exterminarla y empezar de cero (I am mother), que al traspasar nuestra conciencia a un soporte ajeno al propio nuestra personalidad cambie (Trascendence) o que las mejoras genéticas conlleven un enorme empeoramiento de la diferencia entre clases sociales (Gattaca). Esta cultura popular sobre el transhumanismo está, por tanto, claramente sesgada, pero también es esta la que nutre el imaginario colectivo. Separar entre ciencia y ciencia ficción es difícil, pero necesario si queremos que las distopías sigan permaneciendo en ese plano.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Arte, lenguaje y comunicación

 

1-. El arte como lenguaje.

Lo que dentro de nuestro imaginario colectivo calificamos como arte tradicional o arte clásico, por su manera de ser representado y a la vez por lo que representa, es fácil de asimilar a un sistema comunicativo, fácil de entender y de comunicar. Durante el Renacimiento el arte y su comprensión se complicaron: se necesitaban referencias extra, más conocimientos, en teoría, externos al mundo del arte (filosofía, política, literatura…)  para poder captarlo en su totalidad. El arte representaba algo y para entender ese arte había también que conocer ese algo.

Este esfuerzo por comprender que debe realizar el público es sin duda una de las características del arte contemporáneo, ya que, de todas sus propiedades, la que más propia su significado, no tanto su apariencia (y no hay una relación evidente entre ambos).

Es comprensible pensar en el arte como un tipo de lenguaje, ya que su propia expresión nos comunica algo. Sin ir más lejos, la poesía es muy similar a la comunicación verbal. Ahora bien, “arte” es una categoría muy amplia, donde cada campo presenta rasgos propios. Y, cada obra puede ser interpretada de maneras distintas para diferentes personas, de maneras incluso opuestas. Mientras que en la ciencia el lenguaje trata de representar La Verdad, o La Realidad, el lenguaje del arte reconoce y busca otras cualidades como la belleza o la subversión, por ejemplo, aceptando que en la comprensión del significado de la obra influirán el contexto, las vivencias personales, la localización… Por todo esto, el arte no es primariamente comunicativo; pero podemos decir que sí es significativo. Su tipo de comunicación y su lenguaje es mucho más amplio que el de cualquier otra disciplina.




2-. La música como sistema de comunicación.

Los tipos de música y su consiguiente interpretación están inscritos dentro de determinados contextos sociales, culturales, históricos, de clase… y aun así, su aspiración es universal. En todas las partes del mundo se crea música con el fin de expresar algo y se disfruta, parece que es algo que va codificado en nuestros genes. Hasta en nuestros días podemos hablar de esta tendencia a la universalidad, aun cuando se crea música con intenciones únicamente mercantiles, como un sistema de negocio más; porque otra música con otros fines se sigue creando.

Aunque previamente hayamos dicho que la música no es primariamente comunicativa, esto no quita que pueda tener un lenguaje propio, autores como Schopenhauer ya la definían así. Recordemos que lenguajes hay de muchos tipos, no solo este mediante el que yo escribo y tú lees mis palabras: lenguajes de signos, el lenguaje químico de las feromonas, los cantos de las cigarras… El lenguaje es una manera de expresarse, aunque la música sea mucho más abstracta que otros lenguajes que nos pueden venir a la cabeza. Podemos entender lo que un artista puede querer transmitirnos con su pieza, claro que esto siempre estará dentro de unos márgenes y dependiendo de cual era su intención.

 

Recorte de una infografía sobre lenguaje canino

 

 

3-. Comunicar el arte.

Los museos son el lugar paradigmático donde se guarda y protege el arte. Cuando entramos a uno, lo hacemos con la intención de contemplar arte. Ahora bien, ¿por qué tienen la categoría de arte las obras acumuladas dentro del museos? O, más bien, ¿quién ha decidido que eso es arte? Con todas las interpretaciones distintas que pueden surgir a partir de la misma obra, ¿cómo puede existir ese acuerdo? Para George Dickie y su teoría institucional del arte, arte es lo que los expertos (galerías, críticos, coleccionistas, fundaciones…) digan.  Pero, aunque parece obvio que debe de existir una relación entre el arte y lo institucional que aporte características a la definición del arte, no parece ser la única característica que lo determine.

Por una parte, el arte tiene la capacidad de comunicarse. Por ejemplo, la pintura expresa unos sentimientos u otros gracias a los colores, la música mediante los sonidos, la arquitectura mediante los volúmenes… Ahora, con la emancipación del arte contemporáneo, cada vez fueron más necesarias las palabras del artista o de un experto para orientar al público en su comprensión.  Pero no solo es necesaria la comunicación para entender el arte sino también para hacerlo llegar a más personas. Es decir, que desde el arte debe emerger un mensaje artístico y otro informativo/comercial, sobre todo si entendemos que el arte sin receptor no puede darse; que el público es lo que da la etiqueta de arte a una obra.

  

Las pequeñas descripciones al lado de las obras en los museos nos ayudan a entender sus significados. Esto en concreto es una captura del recorrido virtual por el Museo de Arte Indígena de Cuernavaca, México, que puede hacerse mediante el Street View de Google.  

 

4-. ¿Puede el arte no comunicar nada?

Solo puede entender plenamente el mensaje de una obra de arte la o el artista que la ha creado, quien conoce todo el universo simbólico alrededor de la creación. Hasta que la obra llega al público para ser interpretada, el contexto puede alterar sus posibles interpretaciones, hacer emerger unas u otras sensaciones. No hay unas pautas fijas que nos orienten sobre qué características del arte nos van a hacer interpretarlo de una forma u otra. Una vuelta de tuerca se daría si el receptor intentase analizar qué le lleva a interpretar la obra de la manera que lo hace; lo que se traduce en que la obra ayudaría al público a entenderse a sí mismo, no (o no tanto) a entender la obra.

Comprender el arte contemporáneo nos cuesta un esfuerzo, ya no se reduce a la mera contemplación. Desde las vanguardias, el arte tiende a romper con esa aura de elitismo y que le habíamos otorgado. Ahora, cualquier cosa puede ser una obra de arte. ¿Hace esto a las obras de arte más fácilmente comprensibles para el público general? Aunque no necesariamente, lo que sí es cierto es que así el arte se acerca a las personas en su cotidianeidad, lo que, al tenerlo más cerca, da más oportunidades para hacer surgir la experiencia estética.

Algunas corrientes han tratado de crear un arte que no comunique nada, que no sea creativo o que no tenga ninguna función. A nivel personal creo que esto es imposible, que va en contra de la psicología humana. Primero, porque cualquier objeto, imagen mental, sensación…, nos transmite algo, por ahora no somos cyborgs que podamos desprogramarnos para no ser afectados. Pero también porque si lo que define al arte es su capacidad de producir la experiencia estética, si le quitamos esto, deja de ser arte.

lunes, 8 de febrero de 2021

DOS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS VS. UNA EXPERIENCIA ESTÉTICA

 Las dos manifestaciones artísticas que voy a comparar se dieron casi seguidas. Estimo que fue hace alrededor de cinco años; quizás un año más. Iba a venir a mi ciudad una cantautora llamada La Otra, a quien yo seguía, junto a un poeta. No recuerdo el nombre del chico, tampoco le conocía de antes, pero me animé a ir a verles.

Para ayudar a imaginar la situación, el concierto y el recital iban a ser en un local de izquierdas y LGTB. En concreto, en la sala de abajo, que es un espacio pequeñito con un humilde escenario, sillas plegables y luz tenue. Es decir, yo iba a estar cómoda: era un ambiente con gente, dentro de lo que cabe, afín; además de que la baja luz hacía que no tuviera que estar pendiente de que las personas me mirasen. Más contexto: tengo TOC, trastorno obsesivo compulsivo, diagnosticado desde hace unos cuantos años. Por aquel entonces no me medicaba y mi cerebro a veces era (y es) un caos: nunca estoy relajada, nunca estoy suelta en ninguna situación, pienso millones de cosas a la vez y ninguna buena. Llegar tarde, con amigas y sin luz era el escenario perfecto para no tener que interactuar socialmente demasiado. Esto lo cuento para ayudar a entender el estado mental con el que iba a sumergirme en un recital y en un concierto.

El lugar no era un museo ni un teatro ni un conservatorio; había estado en ese mismo sitio de fiesta y borracha unas cuantas veces. No había personal experto en arte ni reseñas que me guiasen en la interpretación. Era un concierto de una cantautora que hablaba de política y de feminismo, no algo tópicamente artístico.  


La Otra

Sinceramente, recuerdo poco del chico y su poesía. Digamos que no me gusta la poesía. No sé si decir que no me gusta es demasiado fuerte, pero no siento nada. Recitada, la atención se me va a la entonación y las pausas; muchas veces me parece sobreactuación. Como si todos los poetas y poetisas se forzasen a leer de misma manera. No digo que sea así siempre, obviamente, solo que me despista. Y leída, parecido. Siento que los esfuerzos por la métrica o por las rimas, o porque quede bonito, me hacen gastar demasiada energía en centrarme en el mensaje (¿Y por qué en la música no me pasa esto? Pues no lo sé). Sospecho que soy un poco platónica en este aspecto.

Esta vez no fue la excepción. No me desagradó y los temas de sus poemas me eran cercanos; incluso si volviera a toparme con otro de sus recitales, podría repetir. Pero ya está. Comparándome con el resto del público, yo estaba afuera. Ahora pienso en lo curioso que es que el arte tenga la capacidad de dar experiencias estéticas, pero que no las de per se. Que depende de la persona, del contexto, del autor o autora, del tipo de obra… Y me vienen muchas preguntas. ¿El arte incapaz de producir experiencias estéticas es arte? ¿Es el arte más una situación que un producto?


Cuando acabó de leer, arrancó hojas donde tenía escrito sus poemas, y los repartió entre algunas personas afortunadas del público. Como yo fui una de ellas, aquí adjunto la prueba. Me sentí un poco mal al pensar que quizás a otra persona le serviría más llevarse un recuerdo de ese día, pero lo doblé y me lo metí al bolsillo.

 

Después de un pequeño descanso, salió La Otra. En su momento me gustaban muchas de sus canciones, pero voy a centrarme en una llamada Aunque. Sus primeros párrafos dicen así:

Aunque tú ya no estés,
Seguirá amaneciendo.
Aunque tú ya no estés,
Volveré a sonreír.
Aunque te hayas marchado,
Soplarán nuevos vientos.
Aunque te eche de menos,
Brillará el porvenir.
Aunque no salió bien,
Volveré a enamorarme.
Aunque hoy nos desalojen,
Volveremos a okupar.

Y el estribillo:

Seguirá en pie la lucha,
Mantendré la alegría
Y tras cada caída volveré a levantar,
Y aunque a veces me cueste,
Cada vez que tropiece.
Cada vez que me pierda buscaré una vez más,
Buscaré una vez más.


Hacía unos meses que me dejó mi primera pareja. Era una relación horrible por su culpa, ahora no me da ninguna vergüenza decirlo. Sin entrar demasiado en detalles, tras la el final de la relación vino música triste, helados, series y películas románticas, lloros. En fin, una ruptura de amor romántico en toda regla. Entonces descubrí a esta chica. De verdad que creo que ella me salvó, con esa canción lloraba de una forma distinta. Lloraba bien. Cuando estamos tristes es normal que nos apetezca música triste porque queremos sentir más; a veces estar triste es inevitable y necesario. Pero, joder, ya estaba bien.

 


 El día del concierto, esa canción fue tan especial para mí. Si con el anterior chico yo pensaba en lo afuera que estaba de la situación, aquí no pensaba, solo sentía algo bonito. Cuando se me cayó alguna lágrima, mi conciencia tuvo que venir a recordarme que podría haber gente conocida mirándome, y como no quería dar ninguna explicación tenía que limpiarme rápido. Claramente había un vínculo artístico entre la cantante/guitarrista, su canción y yo, aunque ella no supiera de mi existencia. Y creo que esta emoción es lo que caracteriza el arte, que en mi caso fue un sentimiento de esperanza. Pero un sentimiento que fue capaz de moldear todo mi ser hacia el futuro, tanto pensamientos, como sentimientos y como actos.

 Al acabar el concierto fui a hablar con la artista (ventajas de que tuviera lugar en un espacio tan recogido). En cinco minutos le conté todo lo que me había ayudado sin saberlo, y cómo pude identificarme tanto con una canción. Y, ya que tenía la hoja con la poesía, le pedí un autógrafo. Quería acordarme no solo de ella y de el momento, sino también de la sensación.

 



Solo he empleado un par de carillas en describir ambas manifestaciones artísticas, y aun así siento que me daría para dar a luz un par de tesis sobre mis emociones a raíz del arte. En definitiva, mis conclusiones son varias.

Primero, que el arte es contextual. Supongo que esto quería decir Duchamp con el inodoro al sacarlo del baño y colocarlo en un museo, pero yo no me refiero exactamente a eso. Más bien a que la capacidad de una obra artística para tocarnos depende de la historia, del contexto, de la persona. Una misma obra puede interpretarse y aprehenderse de maneras dispares para distintas personas, o incluso para la misma persona en diferentes momentos de su vida.

Y segundo, experiencia estética y producción artística no van de la mano. Yo no entré a ese concierto predispuesta para sentir el arte, o al menos no lo hice conscientemente. Y da igual que al arte lo definan como arte o no, independientemente de eso tendrá el potencial de sentirse como arte (aunque no para todo el mundo). Aquí, otra vez me siento algo, solo algo, platónica; apreciando la belleza estética y ligándola al bien, pero desligándola, a veces, del arte. Por estos motivos, me inclino a pensar que el arte debe tener más que ver con emociones que con su materialidad.

 

Para poner punto final a estos párrafos, diré que esa ruptura ya está bien superada, y que con mis siguientes parejas tuve rupturas amables. Hacía mucho que no escuchaba a La Otra, y ha sido bonito recordarla. Aunque ahora que han pasado años no he sentido lo mismo, los sentimientos positivos siguen ahí.

domingo, 7 de febrero de 2021

Los agujeros negros no emiten ningún tipo de radiación, por eso se llaman negros.

Primero: ¿Los agujeros negros no emiten radiación? Teniendo en cuenta la radiación de Hawking, la cuestión sería elegir si el horizonte de sucesos cuenta como interior o exterior del agujero. En cualquier caso, al producir esta radiación que los agujeros negros vayan perdiendo masa, afirmaré que esta primera parte no es correcta, y que sí emiten radiación.

Segundo: ¿Se llaman negros porque no emiten radiación? Esto ya sería falso debido a lo explicado anteriormente de que sí que la emiten; pero, en cualquier caso, se llaman negros porque absorben todo lo que entra en su campo gravitacional, hasta los fotones, no porque no los emitan. 

Partiendo de estas dos ideas concluyo que el enunciado es falso.

viernes, 29 de enero de 2021

Colapso de onda, wifi y cristales

 El colapso de la función de onda en física cuántica no es un fenómeno físico sino filosófico.

Que la filosofía tenga un concepto para algo no quita que la física pueda tenerlo también, y que cada disciplina lo describa con sus propias herramientas e interpretaciones (por ejemplo, los agujeros negros eran ideas teóricas hasta que se demostró su existencia). Solo con esta idea, estaría en contra del enunciado. Pero supongo que la cuestión se refiere a si el colapso de la función de onda es algo real, material; si tiene cabida la interpretación realista de la física cuántica o no.

Fuente: Ciencia, Filosofía y Sociedad. 

La interpretación de Copenhague, la concepción clásica sobre cómo funciona la física cuántica, es profundamente antirrealista. ¿Cómo hablar de realidad cuando solo puedes conocer partes aisladas y en determinados momentos (en el colapso de la función)? Siguiendo esta línea, se podría argumentar que se usan conceptos filosóficos para ayudarnos en la investigación. Por otro lado, teorías como la de las variables ocultas de Einstein, nos situarían en el otro extremo, donde existe una realidad anterior a la medición que podría ser descrita, solo que todavía no sabemos cómo.


La Wi-Fi impide conciliar el sueño, ¿cuándo es correcto?

Los estudios sobre la influencia de las ondas wifi en los humanos demuestran una y otra vez que estas no son capaces de influir en nuestro cuerpo (ni mente, aunque haya gente que afirme padecer hipersensibilidad electromagnética), no es ionizante. Es más, las ondas de radio o el mando de la televisión emiten una radiación más alta, y todavía así se encuentran muy, muy, por debajo del límite legal.

Tenemos que pensar pues que lo que hace correcta la frase no es el propio wifi, sino algo derivado de él. Se podría argumentar que tener este acceso a internet nos hace estar pendientes del móvil, tablet o portátil entre otros, hasta que nos dormimos. Esto sí se ha demostrado que interfiere con el sueño debido a la luz azul (cualquier luz lo haría, pero la azul más), ya que altera los ciclos de la hormona melatonina, encargada del control del sueño.

Otra causa más enrevesada: que nos preocupen estas ondas wifi porque todavía no sepamos que no pueden afectarnos, por lo que, desde un plano psicológico, nos fastidien el sueño. Y, en tono de humor, el wifi permite que sigamos recibiendo notificaciones en el móvil a cualquier hora -lo que sería un problema si no lo hemos puesto en silencio.


Todos los cristales tienen una estructura atómica o molecular periódica, que presenta un orden tanto a corto como a largo alcance. Por ello los cristales presentan un patrón de difracción de rayos X definido, que sería imposible sin esa estructura periódica. ¿Por qué es falso?

La primera frase, “todos los cristales… a largo alcance”, ya es falsa. En 1982 Shechtman descubrió los cuasicristales, clasificados también posteriormente como cristales por la Unión Internacional Cristalográfica aunque estos tuviesen una estructura aperiódica (que no se puede formar repitiendo celdas de unidad). 

Patrón de difracción de un cuasicristal. Fuente: Wikipedia.


La segunda, “Por ello… estructura periódica”, también lo es. Cuando se aceptaron los cuasicristales como cristales, la definición de este último cambió. Desde entonces, un cristal no necesita mostrar simetría, tener una estructura periódica, para tener un patrón de difracción válido. Un cristal es cualquier sólido que posea un diagrama de difracción esencialmente discreto. Es decir, hay cristales periódicos pero también aperiódicos, o cuasiperiódicos. Mientras que, según las antiguas demostraciones matemáticas, los cristales solo podían seguir simetrías rotacionales de 2, 3, 4 y 6 pliegues, los cuasicristales pueden seguir de 5. 

Entrelazamiento cuántico, neandertales y átomos.

 

“Ni existe acción a distancia en el entrelazamiento cuántico ni existe en la gravedad”

 La acción a distancia no es una teoría que describa correctamente la realidad, sino que era un concepto prerrelativista para hablar de los campos de fuerza. Ahora se sabe que gravedad no es una acción a distancia sino una consecuencia del espacio-tiempo que se curva debido a la masa de los cuerpos pesados. A un nivel escolar bajo, aceptaría explicar la gravedad como una fuerza a distancia, solo para ilustrar cómo funciona y hacerlo más comprensible, más o menos como una metáfora, aunque no sea “real”.  En el entrelazamiento cuántico tampoco cabe hablar de fuerzas a distancia, aunque Einstein quisiera hablar de acciones fantasmales a distancia. Ni la información ni la energía pueden viajar más rápido que la luz, por lo que, cuando la función de onda de una partícula colapsa en un estado, la otra con la que está entrelazada también lo hace, pero sin haber enviado ninguna información, solo debido a su entrelazamiento: conocer de una a partir de la otra no es una acción a distancia.



“Si los neandertales y los sapiens tuvieron descendencia eso significa que son la misma especie”

La definición de especie con la que contamos desde el colegio dice que dos organismos forman parte de la misma especie si estos pueden reproducirse entre sí y tener descendencia fértil. Por tanto, como respuesta rápida, si la descendencia de neandertales y sapiens era fértil, sí que pertenecieron a la misma especie. De hecho, siguiendo por esta línea, algunos expertos argumentan que, debido a que estudios sugieren que sí tuvieron descendencia fértil, el nombre científico de homo neanderthalensis debería ser cambiado a homo sapiens neanderthalensis, y entenderse este como una subespecie del sapiens (en cualquier caso, otros estudios descartan que haya habido este tipo de nexo filogenético, argumentando que si compartimos genoma [o que se encontrase ADN neandertal en fósiles sapiens] es debido a antepasados comunes). Por ahora, hay teorías que sugieren tanto que los descendientes del cruce morían por mutaciones, como que estos se unían a los grupos neandertales y acabaron extinguiéndose con ellos.

Para que el enunciado fuese defendible debería especificar que la descendencia fuese fértil (según la definición canónica de especie); pero, en cualquier caso, según sigamos unas teorías u otras, se podría argumentar positiva o negativamente.



“Los átomos, en realidad, no existen. Su existencia es solo un modelo útil”

 Un modelo científico consiste en una representación ideal (un dibujo, una maqueta, una ecuación…) de un tema a partir de sus datos para poder estudiarlo simplificadamente. Y cada modelo se basa en una teoría concreta: por ejemplo, nuestro modelo de sistema solar se basa en la teoría heliocéntrica.

 Si acaso, se podría argumentar que el átomo era solo un modelo cuando Dalton en 1808 lo propuso como una minúscula esfera sólida, ya que servía para explicar y compaginar distintas teorías (proporciones múltiples, definidas, conservación de la masa, cinética de los gases…) pero, por decirlo de algún modo, no había pruebas materiales, experimentos repetibles, sobre su existencia. Ahora, los diferentes experimentos permitieron ir desechando distintas teorías y crear nuevos modelos más acertados que irían satisfaciendo los nuevos resultados.

Una prueba de que modelo y realidad pueden no coincidir exactamente (aunque la existencia de átomos está más que demostrada), es la representación de los orbitales en el modelo atómico de Schrödinger, que estudiamos en el colegio. Aunque los dibujemos como zonas por las que los electrones se mueven, solo son funciones matemáticas que indican un grado de probabilidad para encontrarlos, pero este tipo de modelo nos sirve para visualizarlo. Pero esto no significa que este tipo de orbitales no existan, experimentalmente hemos demostrado que sí, solo que su modelo difiere ligeramente de la realidad (de una manera consciente)


miércoles, 27 de enero de 2021

Proporción y belleza en el arte: historia y filosofía

La proporción en el arte es una relación armónica entre las partes de un conjunto; y, según el canon de la época, esta puede ser proporcionada o desproporcionada. Podemos desplazarnos hasta el Antiguo Egipto para rastrear la historia de las proporciones en el arte, donde dividían en cuerpo humano en 18-21 cuadrados.

Luego, en Grecia, Policleto escribió el Canon, conocido como el canon de las siete cabezas. Pero las proporciones no se limitaban solo al cuerpo, por ejemplo, se cree que se usó el número Fi para erigir el Panteón. En la Edad Media triunfaron las formas geométricas simples y la simetría, dos ideas sobre las que se diseñaban las imágenes. Ya no se buscaba representar la perfección corporal sino la espiritual.  El giro humanista del Renacimiento es también perceptible en el Renacimiento, cuya toma de los valores artísticos de la cultura grecolatina viene representado en el Hombre de Vitruvio.

Durante toda la historia, la humanidad ha tratado de encontrar cuales son las proporciones perfectas para así poder representar la belleza. Pero, aunque cada etapa histórica haya tratado de definirla, esta siempre acaba evolucionando; no es un concepto estático. Aunque me haya centrado en la pintura como ejemplo, esto ocurre en la arquitectura, en la música, en la poesía… en definitiva, hay algo en las matemáticas que nos puede ayudar a entender la idea estética y filosófica de belleza. Pero que una obra sea proporcionada no quiere decir que sea bella, y viceversa. La siguiente imagen, las Meninas de Velázquez, dividida en secciones según la proporción áurea. 


Marcuse (1977) decía que lo oprimido de la sociedad es lo caracterizado como feo, que quien tiene poder es quien define la belleza. Esta es la idea detrás de muchas corrientes artísticas y vanguardias, que entienden el arre centrado en la belleza como elitista, o que tratan de ver la belleza en objetos más cotidianos (el típico ejemplo, La Fuente de Duchamp).

Pero, dándole una vuelta de tuerca, puede incluso que hoy en día, en un mundo contaminado por los tubos de escape de los coches y los edificios prefabricados de hormigón gris, el llamamiento a la belleza (y con ella el arte por el arte) tenga algo de revolucionario.

 

sábado, 16 de enero de 2021

Entropía, terremotos y colágeno

“Todas las reacciones químicas que aumentan la entropía son espontáneas”

Aunque el enunciado sin matizaciones es correcto, es comprensible en un primer momento de lectura rápida responder que no lo es. ¿Por qué? Vayamos por partes.

Primero, qué es un proceso espontáneo. Los procesos espontáneos no necesitan un aporte de energía una vez que han comenzado, y entonces liberan energía hasta que llegan a un estado estable de equilibrio (por ejemplo, la oxidación de los metales).

La entropía total en las reacciones espontáneas siempre es positiva, por ejemplo, al evaporarse el agua su grado de entropía aumenta. Pero puede ocurrir que la diferencia de entropía entre dos sistemas no lo sea, por ejemplo con la condensación del vapor de agua la variación de entropía es negativa.

El Segundo Principio de la Termodinámica nos dice que en el universo (como sistema aislado) tiende a aumentar la entropía, por lo que los procesos que tienden a aumentarla se ven favorecidos. Ahora bien, la clave es lo de sistema aislado: si en un sistema la entropía disminuye, en el entorno aumentará (la entropía es estadística).

 

 

 

 

“Si no hay actividad volcánica en Marte eso significa que no hay terremotos y viceversa”

Antes de analizar si la oración es o no correcta, según los últimos estudios, en Marte hay tanto actividad volcánica como terremotos.

Ahora, parece que la clave es saber si puede haber terremotos sin actividad volcánica. Aunque la actividad volcánica (erupciones, fumarolas, aguas termales…) pueda estar asociada a terremotos, estos no son necesarios para que la primera se dé. Y lo mismo pasa con los terremotos, se pueden relacionar con actividad volcánica, pero también pueden provocarse debido a impactos de asteroides, fricción entre placas tectónicas o incluso ser inducidos por los humanos. Entonces, pasándolo a negativo como es el enunciado: que no haya actividad volcánica no significa que no haya terremotos, ya que podría haber terremotos por otras causas.

Viceversa, “Si no hay terremotos eso significa que no hay actividad volcánica en Marte”. La actividad volcánica se da también sin terremotos, por lo que igualmente es falsa.

Es decir, la frase puede ser entendida como:

·    No hay actividad volcánica porque, al no haber terremotos, esta no se produce (terremotos como causa).

·             No hay terremotos porque, al no haber actividad volcánica, estos no se producen.

Y ninguno de los dos casos es correcto.

 



 

“El consumo de suplementos de colágeno es bueno para las articulaciones”

Esta afirmación puede ser correcta, pero con varias matizaciones: qué colágeno y qué significa bueno. En cualquier caso, como persona con problemas de articulaciones a la que en varias ocasiones mis médicos me han recetado suplementos de colágeno, espero que efectivamente sea bueno.

 

El colágeno es una proteína presente en, entre otros, los huesos y tendones; por lo que muchos suplementos de colágeno van enfocados a ayudar a esas partes del cuerpo. El colágeno nutracéutico está hidrolizado y, según Wikipedia, “Es utilizado como regenerador tisular ya que incrementa la síntesis de macromoléculas en la matriz extracelular del cartílago”. Pero es importante saber que cuando digerimos el colágeno y lo transformamos en aminoácidos, el cuerpo será quien decida qué hacer con ellos: y tenemos muchas estructuras en las que el colágeno influye (no solo uñas y tendones, sino vasos sanguíneos y amígdalas, entre otros, también).

 

Ahora, sobre si es bueno; es más fácil concluir que malo no es. O será bueno o será inútil, pero no malo. Si nuestro cuerpo no necesita más colágeno, ingerirlo a modo de suplementos no os servirá para nada.


jueves, 14 de enero de 2021

Sobre oír y escuchar

 

Muchas personas hemos oído la historia de que cuando una pareja de hombre y mujer tienen un bebé, la mujer es la que le oirá llorar más habitualmente por la noche porque su oído está mejor capacitado para percibir esos sonidos. Al margen de las capacitaciones biológicas que la evolución nos ha dado para perpetuar la especie (o que vayamos perdiendo capacidad auditiva con la edad), lo cual, en cualquier caso, a un nivel profundo implica tanto a ambos sexos, es otra explicación cultural más para tratar de justificar la ineptitud de algunos padres y no para resolverla. El oído se puede educar, al margen también de los condicionamientos sociales (tanto o más fuertes que el genotipo). Una de las diferencias clásicas entre el oír y el escuchar se basa en la intencionalidad: cuando somos conscientes de que queremos atender a algún sonido, lo escuchamos, y cuando aparece en nosotros sin más, lo oímos. Por ejemplo, oímos cómo en nuestra cocina a alguien se le cae un plato al suelo, pero escuchamos la conversación de dos personas sentadas a nuestro lado en el autobús.

Quizás la diferencia entre “oír” y “escuchar” se basa también en si el cerebro, tras llegar el sonido hasta él, decide si debe prestarle atención o no. Aunque esta idea puede complicarse con, por ejemplo, problemas del oído derivados de causas corporales (contracturas cervicales, hipertensión…) o con la escucha de sonidos por causas psiquiátricas o psicológicas (alucinaciones auditivas que van desde  la esquizofrenia hasta haber estado trabajando todo el día oyendo los mismos sonidos, que puede derivar en seguir oyéndolos hasta que el cerebro descansa; o estar tranquilamente en  casa y oír cómo algún familiar te llama, cuando esto no ha ocurrido realmente).  Es curioso, pero personas que se han quedado sordas durante su vida, pueden también tener este tipo de alucinaciones auditivas. De esta forma, podemos escuchar sonidos (voces, ruidos, pitidos…) inexistentes en la exterioridad, sino creados por nuestro propio yo.

Con la música, la interpretación popular es parecida a la del primer caso: escucharla parece un paso más allá que oírla.  Cuando estamos escuchando música, aunque desde un plano teórico o intelectual no sepamos de ella, lo que oímos tiene la capacidad de alterar nuestras emociones. Incluso nos apetece un estilo o una canción determinada para reforzar un sentimiento, tanto alegre como, aunque sorprendentemente, triste. En cualquier caso, esto solo es una pequeña pincelada de los amplios consecuencias de la escucha en las personas.