domingo, 29 de marzo de 2020

Drogas legales y cerebro

Transcripción de una entrevista por radio.


Entrevistador: - Hoy vamos a dedicar nuestro espacio a hablar de salud, un tema que debería interesar a todo el mundo. En concreto sobre drogas y su efecto en el cerebro. Para ello contamos con Dakota Cano, estudiante del Máster de Cultura Científica de la Universidad Pública de Navarra junto con la Universidad del País Vasco. Buenos días, Dakota. 

Yo: - Hola, buenos días.

Entrevistador: - Nos vas a hablar sobre las principales drogas y su efecto en el cerebro, ¿verdad?

Yo: - Efectivamente, aunque más que las “principales”, es un pequeño repaso a las drogas legales, que muchas veces se nos olvida que lo siguen siendo; y, por muchos estudios que salgan afirmando que un vasito de vino en la comida es beneficioso para la salud, tenemos que ser conscientes de sus efectos en nosotros.

Entrevistador: [Risas] ¿No lo es?

Yo: - Beber un poquito es tan sano como fumar un poquito. Tenemos aceptado que lo segundo no lo es pero todavía nos cuesta aceptar lo primero. Ambos actúan como las drogas que son en nuestro cerebro, aunque cada uno con sus particularidades. En el cerebro tenemos un circuito de recompensas, el cual nos “premia” con sentimientos de placer o alegría, segregando hormonas, cuando se activa. 

Entrevistador: - Por ahora parece que eso no tiene nada de malo.

Yo: -Si se quedase aquí, estaría bien. Este circuito de recompensa se encuentra en el sistema límbico, que es el que controla las emociones y los impulsos primitivos. Por eso comer o el sexo es agradable, son dos actos naturales y necesarios para nuestra supervivencia y el cerebro se encarga de que sigamos haciéndolo, motivando que nos guste hacerlo. El problema es que en la composición de las drogas hay ciertas sustancias (el etanol en el alcohol y la nicotina en el tabaco) que molecularmente se parecen a otras que producimos de forma natural, por lo que ocupan sus lugares dentro del cerebro. Las drogas van directamente al circuito de recompensa y lo hacen con más potencia que los reforzadores naturales, aunque no nos aporten nada más bueno al organismo además de ese placer.
Entrevistador: -No como por ejemplo comer, que aparte del placer del sabor por ejemplo, también nos aporta nutrientes.

Yo: -Eso es. Lo que ocurre con las drogas es que encendemos artificialmente el circuito de recompensa, que sin ellas debería estar apagado. Este circuito lo conforman el núcleo accumbens, la corteza prefrontal y el área tegmental ventral, una parte del mesencéfalo. Cuando se consume una droga, el núcleo accumbens se activa y comienza a generar dopamina, que es quizás el neurotransmisor más famoso, conectando las tres regiones entre sí. Y esta es justamente la parte más interesante. Al conseguir placer, su recuerdo actúa como un refuerzo y anima al cuerpo a buscar más.
Entrevistador: - ¿Esto explica las adicciones?

Yo: -Todavía no nos adelantemos. Cuantas más veces se consuma la droga, más se refuerza este patrón, las sinapsis del circuito se hacen más fuertes. La sinapsis, que aunque lo estudiamos en el colegio es normal que se nos haya olvidado, es la transmisión de información de una neurona a otra, que se realiza mediante mensajes químicos llamados neurotransmisores, como la dopamina de la que hablábamos antes. Las drogas actúan en este punto. La nicotina del tabaco imita a los neurotransmisores naturales del cerebro, instalándose en los receptores de acetilcolina y el etanol del alcohol bloquea los receptores de neurotransmisores NDMA. La adicción que tú decías empieza con un cambio en la tolerancia hacia la droga. Como nuestro cerebro no está naturalmente preparado para este tipo de estímulos, se va adaptando a ellas. Lo que hace es cambiar la actividad de los centros de recompensa y de los de castigo, haciendo que el efecto con la misma dosis sea cada vez menor y encontrándose peor al no consumir la droga. 

Entrevistador: - Eso de encontrarse peor cuando no tenemos nuestra ración de droga es lo que popularmente conocemos como “mono”, ¿no? Pero muchos españoles nos tomamos un par de cañas cada fin de semana, o unos vermús, algún carajillo de vez en cuando y no sentimos nada al no hacerlo.

Yo: -Lo que cuentas hace pensar cómo de naturalizada está la cultura del alcohol entre nosotros. Es cierto que mucha gente no necesita beber alcohol, pero no se dan cuenta de que no pueden funcionar igual hasta que dejan de consumirlo. Cuando estimulamos mucho este circuito de recompensa, inevitablemente producimos también cambios en el sistema de castigo, que es lo que produce el síndrome de abstinencia, lo que dificulta que dejemos de consumir la droga o consigamos realizar algo sin su ayuda cuando antes asociábamos una actividad a consumir a la vez. Progresivamente tenemos que aumentar la dosis si queremos obtener el mismo resultado en nuestro cuerpo, porque nuestro sistema de recompensa se ha acostumbrado. De hecho, los reforzadores naturales como la comida o el sexo dejan de aportarnos el mismo placer o la misma sensación de bienestar que antes ya que nuestro cerebro lo que pide es la droga. La adicción llega cuando el consumo ya es incontrolado; la podemos considerar como un trastorno porque genera cambios en la estructura del cerebro, los cuales pueden durar mucho tiempo (o ser ya irreversibles) desde que se deja de consumir. Además, respecto a tu comentario, en el estado español hay entre 200.000 y 300.000 personas que deberían recibir tratamiento por alcoholismo pero no lo hacen.

Entrevistador: - ¿Nos podrías hablar un poco más sobre el alcohol? Todos sabemos que nos alegra o nos duerme y que si nos pasamos, al día siguiente podemos tener resaca, pero ¿cómo nos afecta a un nivel más profundo?

Yo: - El alcohol es una droga psicoactiva, es decir, actúa en nuestro sistema nervioso central y lo altera. Si nos sentimos eufóricos y nos atrevemos a hacer cosas que en otras circunstancias no haríamos, es porque el alcohol es un relajante y de esta manera nos desinhibide. Cuando lo consumimos con moderación, nos aporta bienestar al aumentar la liberación de dopamina. Si nos pasamos un poco, notamos su efecto en forma de impulsividad. Y no es una coincidencia que en las zonas de fiesta se produzcan algunas peleas, el alcohol actúa en el córtex prefrontal, que se encarga de esos comportamientos impulsivos o agresivos. También, si al día siguiente no nos acordamos de partes de la noche, o no sabemos qué ocurrió, es normal. El alcohol hace que el hipocampo falle, que es la parte del cerebro que se encarga de la creación de nuevos recuerdos. Cuanto más alcohol bebamos, menos recuerdos tendremos, cosa que han explotado mucho las películas de cine. Por último, un elevado consumo nos puede llevar hasta a la pérdida de la conciencia, lo que comúnmente conocemos por “coma”.

Entrevistador: - Muchos de nosotros, me incluyo, recordamos esas primeras borracheras, que conforme nos hacemos mayores a veces nos preguntamos si éramos demasiado jóvenes. Los efectos instantáneos del alcohol, o los del día siguiente, los notamos en el momento; pero, ¿qué pasa a la larga, si es que pasa algo?

Yo: - Efectivamente, un consumo a edades demasiado tempranas podría ser peligroso y el consumo prolongado también. Cuando somos adolescentes, el cerebro todavía está formándose, por lo que puede llevar a interferir en el aprendizaje y en la memoria. Por supuesto, que las madres y los padres que nos estén oyendo no se alarmen, solo que hablen con naturalidad sobre que también está la opción de no beber, y, en el caso de que se vaya a consumir sí o sí, intentar transmitir el hacerlo con responsabilidad. Respecto a sus efectos a la larga, el alcohol altera los niveles de serotonina del cerebro, por lo que favorece la aparición de trastornos emocionales. La serotonina es otro neurotransmisor, al que se conoce popularmente como la hormona del humor, por lo que influye en trastornos como la depresión y la ansiedad.  El último paso ya sería la psicosis, menos frecuente, pero que puede llevar a la persona a tener paranoias y también ilusiones. 

Entrevistador: - Ahora ya no tanto, desde que se reguló el fumar en los espacios públicos, pero era muy común combinar beber y fumar, sobre todo de fiesta. Ahora también, pero en la calle. Es otra droga legal que se empieza a consumir desde que somos muy jóvenes, aunque la edad mínima sea los dieciocho. ¿Podrías hablarnos un poco del tabaco?

Yo: - Por supuesto. Cuando hablamos del tabaco como droga, nos referimos a la nicotina, que es el único componente de todos los que tiene que causa la dependencia. La nicotina, igual que hacía el etanol, aumenta la generación de dopamina. Como dije antes, imita al neurotransmisor acetilcolina y se coloca en los receptores nicotínicos. Con el tabaco, estamos muy acostumbrados a que en una persona cree dependencia, lo que conocemos como un fumador. Su adicción es como en el resto de drogas, cuando las neuronas gabaérgicas son sobreexcitadas por nicotina, la generación de nicotina va limitándose. 

Entrevistador: - ¿Y qué efectos tiene? Porque la gente fumadora lo utiliza como un método para relajarse. ¿Es relajante como el alcohol?

Yo: - No exactamente. Es un estimulante: aumenta la presión arterial y la frecuencia cardiaca y respiratoria. El efecto de relajación del que habla tiene que ver con que libera endorfinas, lo que produce un ligero efecto analgésico, y a la vez depende del nivel que consumamos y del grado de adicción. Esa relajación tiene que ver con el circuito de recompensa del que hablábamos antes, nos relajamos porque le hemos dado al cerebro lo que quería y ya puede calmarse. 

Entrevistador: - ¿Y tiene efectos a largo plazo en el cerebro? Los efectos en otras zonas del cuerpo, como los pulmones, son de sobra conocidos, pero no sabemos cómo afecta a la larga a la mente.

Yo: - Uno de los grandes efectos es el deterioro de la corteza cerebral, que es la encargada de la percepción, el pensamiento, la decisión y la imaginación. Nuestro cerebro envejece más rápidamente. Los otros efectos que desencadenan las adicciones los hemos nombrado ya anteriormente.

Entrevistador: - Genial, pues muchísimas gracias, Dakota, por este breve pero interesante recorrido por el efecto de las drogas legales en el cerebro, mucha gracias.

Yo: -A ti, hasta luego.

viernes, 27 de marzo de 2020

Bebidas energéticas

Para analizar la proporción de azúcar y cafeína entre tes bebidas enegéticas, he escogido estas:

1. Red Bull sin azúcar, 250 ml
Cantidad total de azúcar: 0 g
Cantidad total de cafeína: 32 mg x 100 ml = 80 mg de cafeína en 250 ml




2. Energy Drink marca Día 250 ml
Cantidad total de azúcar: 10,5 g x 100 ml  = 26,5 g en 250 ml
Cantidad total de cafeína: 30 mg x 100 ml = 75 mg en 250  ml


3. Monster Energy con taurina, ginseng, L-carnitina y vitaminas 500 ml
Cantidad total de azúcar: 55 g
Cantidad total de cafeína: 32 mg x 100 ml = 160 mg en 550 ml




Por orden, el Red Bull sugarfree no tiene azúcar, seguido del Energy Drink con 26,5 g y por último el Monster con 55, quecasi lo dobla.

En cuanto a cafeina, el que menos cantidad tiene es el Energy Drink con 75, seguido por muy poco del Red Bull con 80 y después por el Monster con 160 mg. Dos latas de Monster superarían la cantidad de cafeína máxima recomendada en un día (dosis situada entre 300 y 400 mg para un adulto).


Compararé estas bebidas energéticas con un refreso. Escojo la Coca Cola Zero porque cada semana me tomo una lata o dos.

4. Coca Cola Zero 330 ml 

Cantidad total de azúcar: 0g
Cantidad total de cafeína: En la lata no viene indicado y en su página oficial tampoco encuentro datos.  Mirando distintas páginas de internet, las cifras que más encuentro son 27.9, 33 y 35 mg.

Esto coloca a la Coca Cola Zero al mismo nivel que al Red Bull sin azúcar (obviamente)  y la primera también en cuanto a un menor nivel de cafeína, con 45 mg menos aproximadamente que la bebida energética de marca Día.