martes, 24 de marzo de 2020

Test de Turing


Alan Turing, matemático y filósofo, se hizo conocido para el gran público cuando se estrenó la película Enigma, que relató el esfuerzo por descifrar los códigos nazis durante la Segunda Guerra Mundial y donde Turing trabajó.  Además de eso Turing aportó muchísimo al campo de la inteligencia artificial mediante lo que hoy conocemos como “Test de Turing”. Tradicionalmente, los acercamientos hacia la pregunta de si pueden pensar las máquinas se estancaban al no encontrar una definición satisfactoria de la palabra “pensar”, pero Turing se saltó este paso y redirigió la pregunta hacia si, en vez de pensar, pueden las máquinas hacer lo que nosotros hacemos cuando pensamos.

¿En qué consiste el Test de Turing?
Su prueba se inspiró en un juego de imitación, donde una mujer y un hombre se encontraban en juegos separados y, por medio de notas escritas en papeles, el hombre debía intentar convencer a una tercera persona quien se encontraba en otra habitación de que él era la mujer, y la mujer intenta que esta tercera persona acierte respecto a quien es quien. La versión de Turing consistía en que, en vez de un hombre y una mujer, hubiera un humano y una máquina. Si el número de fallos al intentar adivinarlo era similar al del juego original, es decir, durante cinco minutos que la máquina lograse engañar al interrogador un setenta por ciento del tiempo, entonces la máquina habría pasado la prueba.

Hay varias versiones sobre cómo debería realizarse, todas válidas aunque con sutiles diferencias que evaluarán mejor distintos conceptos. La primera es el Juego Original de la Imitación, donde el jugador A sería en realidad una máquina, es decir, la máquina tendría que pretender ser una mujer para hacer al interrogador equivocarse. La segunda es la Interpretación Estándar, y aquí el jugador A sigue siendo una máquina pero el sexo del jugador B no importa. En este segundo modelo, el interrogador lo que busca es adivinar cual de los dos es una máquina.

¿Para qué se utiliza?
Turing no dijo que la prueba pudiera usarse para evaluar la inteligencia de una máquina, y así es. Si la máquina fuese muy inteligente, demasiado inteligente, se detectaría rápidamente que no es un ser humano (de hecho, la rapidez en las respuestas ha sido uno de los factores que hacen a las máquinas fallar cuando realizan la prueba). Lo que la prueba mide es si la máquina puede parecer conversacionalmente un humano. Y es que la característica de humanidad y la de inteligencia no tiene por qué ir de la mano: muchos de los comportamientos que realizamos los seres humanos no son inteligentes, Turing de hecho sugirió a los programas que si las máquinas cometiesen errores de escritura podrían parecer más humanas; y también algunos comportamientos inteligentes no son humanos, como podría ser realizar cálculos mentales muy rápidamente. 

Turing no buscaba medir la inteligencia de las máquinas sino solucionar el problema filosófico de definir el pensar. En cualquier caso, esta prueba también ha tenido sus críticas, como la que hizo el filósofo John Searle. Searle propuso el experimento mental llamado “La habitación china” para demostrar que el pensamiento no es reducible a lo que hacen las máquinas para pasar el test de Turing. Muy resumidamente, aun sin tener la materialidad de la mente pero pudiendo aceptar que el conjunto de hardware pudiera hacer de esta, la máquina no tiene una mente, una conciencia. Aun así, contra esta interpretación dualista del clásico problema filosófico mente-cuerpo, también podríamos encontrar otras respuestas monistas materialistas que podrían acercar entre sí a los conceptos de “pensar” y de “máquina”.

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