Algunas teorías
defienden que nuestro pensamiento, y con él nuestra forma de percibir el mundo (lo
que puede o no ser distinto de nuestro propio mundo), dependen del lenguaje. De
esta manera, el lenguaje puede ser hasta una limitación para nuestra percepción,
el pensamiento y la comunicación. Esta es la tesis de Sapir-Whorf, la cual
se resume en que el lenguaje constituye el pensamiento. Dándole una vuelta de
tuerca, se podría también interpretar que es justo al contrario: el lenguaje que
usamos para referirnos al mundo viene determinado precisamente por cómo es el
mundo, es el mundo el que aparece frente a nosotros antes que el lenguaje. Personalmente,
ambas teorías no me parecen excluyentes sino complementarias.
Delimitar qué
podemos pensar sin lenguaje es difícil sin delimitar previamente una
significación concreta de lenguaje a la que adherirse (¡y de pensar!). Algunos
autores como Jean Piaget han identificado el desarrollo del pensamiento como
algo ajeno al lenguaje. Los bebés, por ejemplo, piensan aun sin saber ni hablar
ni ningún lenguaje: un bebé puede descubrir algo que le produce dolor o placer y
decidir no hacerlo más, pueden entender el mundo.
Algunas
actividades lógicas son pensables sin leguaje, como puede ser completar un puzle.
Las sensaciones son pensables sin lenguaje, como lo son las emociones. Nuestra
parte más artística no necesita lo verbal, se puede componer música sin necesidad
de palabras. De hecho, las capacidades no verbales pueden ser localizadas en el
hemisferio derecho de nuestro cerebro, gracias al cual podemos reconocer tanto
las imágenes como los sonidos. Se dice que algunas personas dentro del espectro
autista piensan, o piensan
mejor, con imágenes, de ahí que los pictogramas sean tan importantes durante
su etapa de aprendizaje. Michio Kaku cuenta en El universo de Einstein,
que nuestro famoso físico también decía pensar en imágenes, como trenes, relojes
y cohetes.
¿Se pueden elaborar planes de acción y transmitirlos a partir de lo pensado sin lenguaje?
Después de responder a la primera pregunta,
parecería lógico pensar que no. Sin palabras, sin símbolos ni signos, hacer un
trabajo de pensamiento profundo sobre cualquier concepto no se intuye una
empresa fácil. Pero, siguiendo el ejemplo de los bebés que he utilizado en la
pregunta anterior, ¿dónde ponemos el límite sobre lo que es un pensamiento simple
y un pensamiento trabajado? Con los animales no humanos, algunos de ellos
capaces de aprender lenguaje humano, situamos la diferencia entre ellos y
nosotros en la autoconciencia y en la capacidad de hacer referencia a objetos o
hechos no presentes.
Los bebés piensan a su manera, aunque nosotros, al no
tener un lenguaje común con ellos, solo podemos entenderles viendo sus
expresiones y emociones. La percepción de sentimientos en otra persona (o animal), aunque
no sean emitidos mediante palabras puede hacer que nuestras acciones cambien aun
sin estar usando lenguaje verbal para pensar sobre ello. Son comunicación,
pensamiento y sentimiento sin palabras.
Y esto debería ser
pensado mucho más, pero se me ocurre para ilustrar el pensamiento complejo
mediante comunicación no verbal el arte. La filosofía estética estudia la
aprehensión del mundo mediante la percepción sensible, más allá de los
conceptos racionales. La estética evoca juicios en nosotros, lo cual es ya
pensamiento.
Un ejemplo
histórico muy interesante es la relación entre música clásica y nazismo. No es
secreto para nadie que Hitler era un gran admirador de Wagner, declarado
antisemita. Hitler confesó que fue el sentir de una ópera de Wagner la que le
hizo entender cual sería su destino y lo que él entendió como sus deberes con
respecto a lo que serían sus atrocidades políticas e ideológicas.
Strauss con Goebbels |
Por supuesto, no
estoy con esto diciendo que escuchar música clásica vaya a volver a nadie nazi.
Pero desde el arte son transmitibles sentimientos y emociones muy complejas que
se adentran en nuestra mente y nuestro pensamiento. Ahora, ¿una vez que nos llegan
podríamos seguir trabajándolos sin lenguaje? Eso parece harina de otro costal.
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