La
esencia, en filosofía, se define, en el caso de apoyar el concepto, como
aquello que precede a la existencia: es la cualidad que hace a algo ser como
es, o que tienda hacia eso. ¿Podemos entonces ver una relación entre la
epistemología histórica y el esencialismo?
Primeramente,
el carácter contingente del conocimiento nos da una pista. De hecho, no es solo
que la epistemología tenga historia, sino que ella es en sí misma histórica: no
empezamos a conocer (ni a conocer cómo conocemos o a qué prejuicios nos
enfrentamos) de cero, sino que lo hacemos a partir de bagajes
histórico-culturales que nos condicionan. No es que la historia le afecte, es
que cambia a lo largo de la historia. El conocimiento no es pues algo estable, por lo
que no se cuenta con un método único e invariable en el tiempo que permita
estudiarlo; le influyen factores económicos, sociales, ideológicos…, hasta
psicológicos. ¿Nos estaremos acercando entonces,
después de esta negación del esencialismo, a una epistemología relativista? No:
es cierto que no hay verdades eternas en cuanto a la epistemología histórica,
pero eso no quiere decir que no haya ciertas verdades. Rorty apuntó que un
método para superar esto podría ser cambiar la idea de verdad por la de justificación,
ya que la justificación se hace en base a acuerdos históricos y culturales,
apoyados en el contexto.
La epistemología histórica depende entonces del
conocimiento de cada cultura (con sus correspondientes tradiciones) y de la
capacidad cognitiva, por lo que es imposible que sea esencialista: no hay
ninguna normatividad eterna o universal que la guíe.
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