Eugenesia, hijos de diseño, prótesis
tecnológicas, medicalización, manipulación genética, clonación… todo esto son
conceptos conocidos por la mayoría de la gente, aunque sea en menor medida. Ahora
bien, este poco conocimiento popular sobre estos temas no suele dar demasiada
confianza, asusta y atrae a partes iguales. En 2007, Michael Sandel, filósofo
político, publicó Contra la perfección: la ética en la era de la
ingeniería genética, una pequeña obra donde, con un tono y unas
palabras comprensibles para todos los públicos, nos habla sobre todas estas
problemáticas que entrelazan la ética, la ingeniería genética y el
transhumanismo.
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Michael Sandel en 2016. |
El libro está orientado hacia esa
aspiración de perfeccionamiento que parece que recorre la historia de la
humanidad. Solo tiene cinco capítulos, si quitamos los agradecimientos y el
epílogo. En el primero nos habla sobre qué hay detrás de esta ética del
perfeccionamiento, sobre cómo la ingeniería genética puede mejorar nuestro
cuerpo, la memoria, la altura y las implicaciones de poder elegir el sexo. ¿Son
libres las elecciones sobre nuestro cuerpo si habitamos un mundo con unos
estándares tan claros sobre lo que es deseable y lo que no? En el segundo se
explica la relación móvil entre el perfeccionamiento y el logro, enfocándose en
el mundo del deporte. El dopaje o la mejora tecnológica del cuerpo con prótesis
biónicas no tendría en cuenta esa cultura del esfuerzo en la que vivimos, por
lo que sentimos hacia eso cierto rechazo cultural. Pero ¿cuál es la diferencia
entre el dopaje, la dieta, los entrenamientos con bajos niveles de oxígeno, las
transfusiones de sangre, el tener más dinero para acceder a un mejor
equipamiento…? Las versiones tecnológicamente optimizadas van cambiando las
viejas reglas del deporte. El tercer capítulo articula nuestra incomodidad
hacia los llamados “hijos de diseño”. ¿Es querer controlar tantos parámetros
sobre los hijos una muestra de hybris parental? ¿Es ético tener la
opción de que tus hijos no desarrollen ciertas enfermedades, y aun así negarse
a optimizarlos? Si mejoramos la salud, la vieja distinción clave para el
transhumanismo entre curar y mejorar se desdibuja. ¿Estamos dando por hecho que
teniendo hijos más guapos, más altos, más rubios y más listos serán más
felices? O quizás estamos dejando ese plano vital de lado. El cuarto capítulo
trata sobre la eugenesia, haciendo primero un repaso histórico desde el
nacimiento de esta teoría. Sandel nos cuenta los ejemplos actuales y
silenciados de eugenesia, mujeres de clases bajas o discapacitadas a las que se
les ofrecen una serie de ventajas económicas a cambio de someterse a una
esterilización. ¿Cuál es el propósito de la eugenesia actual, mejorar el plasma
germinal de la humanidad o sacar dinero a consumidores que siguen los flujos de
las exigencias y modas socioculturales?
Además, ¿es configurar los hijos violar su autonomía, al no despojarles
de la capacidad de ser los responsables de ellos mismos? El último capítulo
habla sobre el concepto del “don”, sobre si estos desarrollos tecnológicos
están alterando nuestras capacidades morales. Estamos cambiando nuestra naturaleza
para encajar en un mundo que nosotros mismos hemos creado, en vez de adaptar el
mundo a nosotros.
El libro se enmarca en las problemáticas
éticas contemporáneas, aunque todavía moviéndose entre el presente y la ciencia
ficción. Esto nos lleva a preguntarnos si entonces merece la pena hacernos ya
todas estas preguntas. Por un lado, quizás estamos teorizando sobre algo que
nunca llegará a ocurrir; igual descubrimos que hay cuestiones técnicas
insalvables, por lo que estas dudas no habrán sido más que una pérdida de
tiempo. Por otro lado, si este tipo de tecnologías llegan, quizás lo hagan de
forma muy diferente a como nos las imaginamos ahora, por lo que habrá que hacer
una revisión de todas las conclusiones previas. En cualquier caso, la filosofía
ética suele ir a rebufo de los desarrollos tecnológicos: en su momento no imaginamos
que de las redes sociales se podrían robar datos personales de manera masiva o
que podrían afectar negativamente a nuestra autoestima, que las pantallas de
los ordenadores nos podrían producir problemas de visión o que usarlos en mala
postura podría derivar en daños cervicales, entre muchas otras cosas.
Que la ética se adelante al presente
tecnológico, que vaya inspeccionando nuevas zonas de apertura científica, me
parece una buena inversión de tiempo y recursos. Creo sinceramente que una
ciencia y una tecnología sin una ética detrás no merecen la pena: si el propósito
de estas es ayudar a la humanidad, hacernos la vida más sencilla y más vivible,
el análisis ético debe ser un pilar fundamental en nuestras sociedades. Esta
obra en concreto, aunque yo sí la considero extremadamente interesante respecto
al tema de la ingeniería genética y la mejora humana, no se ha convertido en
representativa de este campo, ni su lectura es fundamental. No hace un repaso
exhaustivo por todos los frentes abiertos de la ingeniería genética, sino que
va tocando un poquito de los más candentes, para poder proporcionar al lector
una visión general.
Aunque Michael Sandel hable sobre todo
refiriéndose a la ingeniería genética, lo cierto es que esta modificación
humana, este afán de perfeccionamiento, puede enmarcarse dentro de la corriente
transhumanista, la cual defiende que el siguiente paso en la evolución humana no
será biológico sino tecnológico. Por poner una pega, quizás el transhumanismo
está más enfocado al futuro, hacia la consecución de esa raza de poshumanos,
mientras que esta futura (pero más cercana) era de la ingeniería genética tiende
más hacia una especie de eugenesia liberal, en el mismo sentido en el que Peter
Singer hablaba del Supermercado
Genético. El fin del libro, lo que parece ser un tema importante para el
autor, retrata su perspectiva sobre qué perderíamos si alcanzamos esa era de la
ingeniería genética: los humanos (y los animales) aceptamos a nuestra
descendencia como un regalo. Podemos dar amor sin esperar nada a cambio,
aceptando a la persona tal como es. Además, se entiende que las características
personales se deben, en parte, a que la genética es una lotería: nadie tiene la
culpa de ser miope, infértil o tener TOC. Por esto, porque la sociedad no se
compone de individuos igualitarios ni que parten del mismo punto, nos ayudamos
los unos a los otros, como un conjunto. El liberalismo genético no solo
supondría, a mi parecer, una mayor discriminación económica, sino cargas
morales difíciles de soportar: la sociedad te podría recriminar la aceptación
de tus defectos, permitir la no-mejora podría verse como un lastre para
el conjunto de individuos. En cualquier caso, todavía estamos lejos de esto. Quizás
lo más parecido fue el médico
chino condenado a tres años de cárcel cuyo negocio consistía en la
modificación genética de embriones.
A nivel personal y como conclusión,
expondré brevemente mis percepciones, algunas de las cuales son compartidas con
el autor. En primer lugar, un mayor desarrollo tecnológico no supone un mayor
desarrollo moral. Aunque la ética y la búsqueda de la felicidad son
absolutamente independientes (uno puede hacer lo que considere correcto y que
esto le perjudique, por lo que no le proporcionará felicidad; o también puede que
esa satisfacción moral de haber permanecido fiel a sus principios le acabe transmitiendo
felicidad), peco de ser algo eudemonista. Es ciertamente difícil comparar el
nivel de felicidad actual de la población con el del pasado, o el nivel de
desarrollo moral (criterios cambiantes, parámetros subjetivos, estudios a escala
masiva…), pero construir una civilización cuyos ritmos de trabajo, exigencias
estéticas, logros, inversión de tiempo…, nos generan tanto estrés y sufrimiento
psicológico, no parece sano. La vida debe ser otra cosa. ¿Por qué no adecuamos
el mundo a nosotros, en vez de modificarnos biotecnológicamente para llegar a
sus exigencias? En definitiva, esta obra es una encrucijada. Ciencia,
tecnología, ética, derecho, política, religión… un cúmulo de disciplinas, cada
una con sus múltiples perspectivas, van a ser partícipes de los turbulentos debates
de los próximos años.
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