martes, 6 de abril de 2021

Ingeniería genética y problemáticas éticas: cada vez más cerca

Eugenesia, hijos de diseño, prótesis tecnológicas, medicalización, manipulación genética, clonación… todo esto son conceptos conocidos por la mayoría de la gente, aunque sea en menor medida. Ahora bien, este poco conocimiento popular sobre estos temas no suele dar demasiada confianza, asusta y atrae a partes iguales. En 2007, Michael Sandel, filósofo político, publicó Contra la perfección: la ética en la era de la ingeniería genética, una pequeña obra donde, con un tono y unas palabras comprensibles para todos los públicos, nos habla sobre todas estas problemáticas que entrelazan la ética, la ingeniería genética y el transhumanismo.


Michael Sandel en 2016. 


El libro está orientado hacia esa aspiración de perfeccionamiento que parece que recorre la historia de la humanidad. Solo tiene cinco capítulos, si quitamos los agradecimientos y el epílogo. En el primero nos habla sobre qué hay detrás de esta ética del perfeccionamiento, sobre cómo la ingeniería genética puede mejorar nuestro cuerpo, la memoria, la altura y las implicaciones de poder elegir el sexo. ¿Son libres las elecciones sobre nuestro cuerpo si habitamos un mundo con unos estándares tan claros sobre lo que es deseable y lo que no? En el segundo se explica la relación móvil entre el perfeccionamiento y el logro, enfocándose en el mundo del deporte. El dopaje o la mejora tecnológica del cuerpo con prótesis biónicas no tendría en cuenta esa cultura del esfuerzo en la que vivimos, por lo que sentimos hacia eso cierto rechazo cultural. Pero ¿cuál es la diferencia entre el dopaje, la dieta, los entrenamientos con bajos niveles de oxígeno, las transfusiones de sangre, el tener más dinero para acceder a un mejor equipamiento…? Las versiones tecnológicamente optimizadas van cambiando las viejas reglas del deporte. El tercer capítulo articula nuestra incomodidad hacia los llamados “hijos de diseño”. ¿Es querer controlar tantos parámetros sobre los hijos una muestra de hybris parental? ¿Es ético tener la opción de que tus hijos no desarrollen ciertas enfermedades, y aun así negarse a optimizarlos? Si mejoramos la salud, la vieja distinción clave para el transhumanismo entre curar y mejorar se desdibuja. ¿Estamos dando por hecho que teniendo hijos más guapos, más altos, más rubios y más listos serán más felices? O quizás estamos dejando ese plano vital de lado. El cuarto capítulo trata sobre la eugenesia, haciendo primero un repaso histórico desde el nacimiento de esta teoría. Sandel nos cuenta los ejemplos actuales y silenciados de eugenesia, mujeres de clases bajas o discapacitadas a las que se les ofrecen una serie de ventajas económicas a cambio de someterse a una esterilización. ¿Cuál es el propósito de la eugenesia actual, mejorar el plasma germinal de la humanidad o sacar dinero a consumidores que siguen los flujos de las exigencias y modas socioculturales?  Además, ¿es configurar los hijos violar su autonomía, al no despojarles de la capacidad de ser los responsables de ellos mismos? El último capítulo habla sobre el concepto del “don”, sobre si estos desarrollos tecnológicos están alterando nuestras capacidades morales. Estamos cambiando nuestra naturaleza para encajar en un mundo que nosotros mismos hemos creado, en vez de adaptar el mundo a nosotros.

El libro se enmarca en las problemáticas éticas contemporáneas, aunque todavía moviéndose entre el presente y la ciencia ficción. Esto nos lleva a preguntarnos si entonces merece la pena hacernos ya todas estas preguntas. Por un lado, quizás estamos teorizando sobre algo que nunca llegará a ocurrir; igual descubrimos que hay cuestiones técnicas insalvables, por lo que estas dudas no habrán sido más que una pérdida de tiempo. Por otro lado, si este tipo de tecnologías llegan, quizás lo hagan de forma muy diferente a como nos las imaginamos ahora, por lo que habrá que hacer una revisión de todas las conclusiones previas. En cualquier caso, la filosofía ética suele ir a rebufo de los desarrollos tecnológicos: en su momento no imaginamos que de las redes sociales se podrían robar datos personales de manera masiva o que podrían afectar negativamente a nuestra autoestima, que las pantallas de los ordenadores nos podrían producir problemas de visión o que usarlos en mala postura podría derivar en daños cervicales, entre muchas otras cosas.

Que la ética se adelante al presente tecnológico, que vaya inspeccionando nuevas zonas de apertura científica, me parece una buena inversión de tiempo y recursos. Creo sinceramente que una ciencia y una tecnología sin una ética detrás no merecen la pena: si el propósito de estas es ayudar a la humanidad, hacernos la vida más sencilla y más vivible, el análisis ético debe ser un pilar fundamental en nuestras sociedades. Esta obra en concreto, aunque yo sí la considero extremadamente interesante respecto al tema de la ingeniería genética y la mejora humana, no se ha convertido en representativa de este campo, ni su lectura es fundamental. No hace un repaso exhaustivo por todos los frentes abiertos de la ingeniería genética, sino que va tocando un poquito de los más candentes, para poder proporcionar al lector una visión general.

Aunque Michael Sandel hable sobre todo refiriéndose a la ingeniería genética, lo cierto es que esta modificación humana, este afán de perfeccionamiento, puede enmarcarse dentro de la corriente transhumanista, la cual defiende que el siguiente paso en la evolución humana no será biológico sino tecnológico. Por poner una pega, quizás el transhumanismo está más enfocado al futuro, hacia la consecución de esa raza de poshumanos, mientras que esta futura (pero más cercana) era de la ingeniería genética tiende más hacia una especie de eugenesia liberal, en el mismo sentido en el que Peter Singer hablaba del Supermercado Genético. El fin del libro, lo que parece ser un tema importante para el autor, retrata su perspectiva sobre qué perderíamos si alcanzamos esa era de la ingeniería genética: los humanos (y los animales) aceptamos a nuestra descendencia como un regalo. Podemos dar amor sin esperar nada a cambio, aceptando a la persona tal como es. Además, se entiende que las características personales se deben, en parte, a que la genética es una lotería: nadie tiene la culpa de ser miope, infértil o tener TOC. Por esto, porque la sociedad no se compone de individuos igualitarios ni que parten del mismo punto, nos ayudamos los unos a los otros, como un conjunto. El liberalismo genético no solo supondría, a mi parecer, una mayor discriminación económica, sino cargas morales difíciles de soportar: la sociedad te podría recriminar la aceptación de tus defectos, permitir la no-mejora podría verse como un lastre para el conjunto de individuos. En cualquier caso, todavía estamos lejos de esto. Quizás lo más parecido fue el médico chino condenado a tres años de cárcel cuyo negocio consistía en la modificación genética de embriones.

A nivel personal y como conclusión, expondré brevemente mis percepciones, algunas de las cuales son compartidas con el autor. En primer lugar, un mayor desarrollo tecnológico no supone un mayor desarrollo moral. Aunque la ética y la búsqueda de la felicidad son absolutamente independientes (uno puede hacer lo que considere correcto y que esto le perjudique, por lo que no le proporcionará felicidad; o también puede que esa satisfacción moral de haber permanecido fiel a sus principios le acabe transmitiendo felicidad), peco de ser algo eudemonista. Es ciertamente difícil comparar el nivel de felicidad actual de la población con el del pasado, o el nivel de desarrollo moral (criterios cambiantes, parámetros subjetivos, estudios a escala masiva…), pero construir una civilización cuyos ritmos de trabajo, exigencias estéticas, logros, inversión de tiempo…, nos generan tanto estrés y sufrimiento psicológico, no parece sano. La vida debe ser otra cosa. ¿Por qué no adecuamos el mundo a nosotros, en vez de modificarnos biotecnológicamente para llegar a sus exigencias? En definitiva, esta obra es una encrucijada. Ciencia, tecnología, ética, derecho, política, religión… un cúmulo de disciplinas, cada una con sus múltiples perspectivas, van a ser partícipes de los turbulentos debates de los próximos años.

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