miércoles, 29 de abril de 2020

Desarrollo de la gripe A (H1N1) como pandemia


Para analizar el desarrollo y la propagación de enfermedades y para la posterior toma de decisiones políticas podemos usar herramientas matemáticas, como es el caso del índice reproductivo. Comúnmente lo abreviaremos como R0 y sirve para calcular cuántas personas serán finalmente contagiadas a partir del primer caso. 

El 11 de junio de 2009 la OMS clasificó la gripe A (H1N1) con una alerta seis, como una pandemia en curso (lo que no hace referencia específicamente a la gravedad de la situación). El virus ya se había propagado por África, América, Asia, Europa y Oceanía; y el 14 de junio llegó la primera muerte a Europa, dándose esta en Reino Unido. Las estimaciones sobre el desarrollo de la enfermedad son más o menos difíciles porque, al ser una cepa nueva, no hay estudios suficientes que permitan hacer predicciones exactas. Además, aunque hubiese datos fiables de pandemias con R0 similares en el pasado, las condiciones materiales (clima, estructura social, dinámicas de poblaciones…) cambian, por lo que es difícil que puedan reutilizarse. Por esto, las políticas llevadas a cabo se centraron en prácticas como el distanciamiento social ya que el virus se contagiaba mediante las secreciones respiratorias (toser, estornudar, gotitas de saliva…). Las primeras estimaciones (en mayo de 2009) se enfocaron hacia este número reproductivo del virus, aun teniendo en cuenta que otras predicciones no podrían hacerse solo en base a eso, como la letalidad o la hospitalización. 

El 12 de junio de 2009 la farmacéutica Novartis junto con la inversión económica de EEUU produjo el primer lote de vacunas, y el estado español compró en julio 13 millones de unidades, lo que serviría para vacunar entre el 13% y el 14% de la población. Tras declararse el fin de la pandemia, seis millones de dosis tuvieron que ser destruidas, tras las pocas personas pertenecientes a los grupos de riesgo que acudieron a vacunarse; quizás por la desconfianza en una vacuna que se produjo rápidamente, quizás porque las primeras predicciones se vieron como alarmistas. Los valores de R0 variaban mucho de unas zonas a otras: por ejemplo en Canadá el valor medio era 1,31 mientras que en EEUU estaba entre 2,2 y 2,3 al principio y entre 1,7 y 1,8 después, al contrastar más datos. En general, su valor fluctuaba entre 1,03 a 2,99. En el estado español, durante el primer periodo de la pandemia, se estimaba entre 1,29 y 1,01. En general, afectó a menos personas mayores de las que estimaríamos ya que muchas estaban ya vacunadas de otras gripes o eran inmunes.

Tras 16 meses de pandemia, se contabilizaron 18.600 muertes; una mortalidad baja en contraste con que se llegó a infectar entre el 11% y el 21 % de la población mundial con 493.000 casos confirmados. Una enfermedad deja de ser pandemia cuando su R0 baja de 1, y así la OMS declaró el 10 de agosto que empezaba el periodo postpandémico.

domingo, 26 de abril de 2020

El nombre y el género de los microbios


Antes de hablar sobre cuestiones más específicas sobre los microorganismos conviene aclarar brevemente qué son. Los microorganismos o microbios son pequeños organismos de menos de cien micras de tamaño. En este grupo se incluyen los virus, las arqueas, Archaea,  y bacterias, Bacteria,  (ambas procariotas) y las algas, hongos y protozoos (todos eucariotas, Eukarya o Eukaryota).
Todos los organismos pueden clasificarse según un sistema taxonómico, el cual incluye la propia clasificación, la nomenclatura y la identificación. Fue Linneo quien popularizó el sistema de nomenclatura binomial, dando a cada organismo un nombre compuesto por dos palabras: el género y la especie; cada género se subdivide en distintas especies (aunque hay algunos compuestos solo de una). Actualmente existe un Código Internacional de Nomenclatura para Algas, Hongos y Plantas, aunque también algunos protistas; y otro Código Internacionl de Nomenclatura de Bacterias.
El problema es que con respecto a la microbiología no existe ningún sistema taxonómico apoyado por todo el mundo. Esto se debe a que el concepto de microorganismo engloba muchos tipos de organismos distintos, y no todos ellos comparten relaciones filogenéticas o taxonómicas. El ejemplo más representativo para esto son los virus que no sigue el esquema binomial: se diferencian radicalmente del resto de micoorganismos en que no se puede decir que estén vivos. De hecho, hay varias formas comúnmente aceptadas de nombrarlos y, por ejemplo, la del Comité Internacional de Taxonomía de Virus acepta que se les llame según la enfermedad que causan (ej. virus de la rabia), aunque también los clasifica de una manera similar al resto de organismos por orden, familia, subfamilia, género y especie.
El nombre de todos los microorganismos consiste así en dos partes: el género y la especie, derivados del latín o del griego. El género se escribe con mayúscula y la especie en minúscula, ambas palabras en itálica o subrayadas si la escritura es a mano. Pero otro problema consiste en que los microorganismos no tienen tantas características propias, entremezclan mucho material genético y su registro fósil es escaso, por lo que hacer una clasificación de ellos atendiendo a taxones más altos sería difícil. De todas maneras, la forma de nombrar los microorganismos puede dar algunos problemas, como el hecho de que los nombres pueden abreviarse mediante un punto, lo que pudiera dar lugar a confusiones (por ejemplo confundir Moraxella bovis con Mycoplasma bovis si solo leemos M. bovis); por lo que, la primera vez que nos referimos a una especie conviene hacerlo con el nombre entero, y a partir de ahí ya, si queremos, abreviarlo. Otro problema es que el Código de Bacteriología solo aporte pautas para la denominación de las bacterias, por lo que dos bacterias idénticas pueden recibir distintos nombres si forman parte de distintas investigaciones con distintos resultados.

En cuanto al género gramatical de los microorganismos, este es un tema problemático. Si en nuestro lenguaje cotidiano acudimos a la RAE para salir de dudas, en este caso no podemos. Como nos dice Fernando en Problemas de género gramatical en medicina, se debe hacer un estudio en cada caso. Por ejemplo, nos dice que auque se defienda el uso del término "bacterio", "bacteria" en femenino es correcto, pues deriva, en vez del latín bacterium (de donde saldría "bacterio"), del griego  βακτερια, es decir, que también es legítima.




jueves, 23 de abril de 2020

Actualidad y futuro de la situación energética


El greenwashing, el pseudoecologismo está a la orden del día. A los ciudadanos se nos bombardea con consejos para no gastar más energía,  que conlleva un aumento de la contaminación y del efecto invernadero: apagar las luces si no estamos en una habitación, movernos en transporte público, usar bolsas de la compra reutilizables o abandonar el consumo de carne. Independientemente de que estas sean medidas útiles, la solución a las actuales implicaciones del nivel de consumo energético mundial no depende de las actuaciones individuales de la ciudadanía (llama la atención el surgimiento de la ecoansiedad de la que ahora se habla desde la psicología). 

Quizás una parte del problema, tal como lo veo yo, es que el sistema capitalista donde estamos inmersos nos ha convencido de que un mayor consumo (de cualquier cosa, implicando también energía) conlleva una mejor calidad de vida. Y en parte esto es cierto: después de que los estados del Norte contaminen y destruyan el planeta durante tanto tiempo, ahora se trata de convencer al Sur empobrecido de que no pretendan seguir nuestros pasos y renuncien a muchas ventajas. Al menos nosotros deberíamos hacer una reevaluación de principios y prioridades. Justo anoche leía en el libro Decrecimientos, de Carlos Taibo, que Ana Palacios, ministra con Aznar, dijo durante la invasión de Irak que “Las bolsas han subido y el petróleo ha bajado. Los ciudadanos ya pagan unos céntimos menos por la gasolina y el petróleo. Eso son datos”. 

La mayor parte de nuestra energía la sacamos de combustibles fósiles porque únicamente teniendo en consideración el precio durante el estado presente de las cosas nos renta más. La clase trabajadora a la que le cuesta un esfuerzo pasarse a bombillas de bajo consumo o los habitantes envejecidos que no quieren abandonar sus pueblos donde se planean construir embalses no son los reaccionarios causantes de la lentitud de este tránsito a las energías limpias. 

Por ahora, la construcción de las tecnologías necesarias para la producción de la energía verde pasa antes por la minería, para extraer de la Tierra los minerales necesarios para su fabricación; es decir, dependen de una fuente de energía no renovable y altamente contaminante pero más barata. Al ser el tiempo de amortización de la inversión de las energías renovables bastante largo, el interés en ellas queda obstaculizado por los intereses económicos inmediatos.