jueves, 23 de abril de 2020

Actualidad y futuro de la situación energética


El greenwashing, el pseudoecologismo está a la orden del día. A los ciudadanos se nos bombardea con consejos para no gastar más energía,  que conlleva un aumento de la contaminación y del efecto invernadero: apagar las luces si no estamos en una habitación, movernos en transporte público, usar bolsas de la compra reutilizables o abandonar el consumo de carne. Independientemente de que estas sean medidas útiles, la solución a las actuales implicaciones del nivel de consumo energético mundial no depende de las actuaciones individuales de la ciudadanía (llama la atención el surgimiento de la ecoansiedad de la que ahora se habla desde la psicología). 

Quizás una parte del problema, tal como lo veo yo, es que el sistema capitalista donde estamos inmersos nos ha convencido de que un mayor consumo (de cualquier cosa, implicando también energía) conlleva una mejor calidad de vida. Y en parte esto es cierto: después de que los estados del Norte contaminen y destruyan el planeta durante tanto tiempo, ahora se trata de convencer al Sur empobrecido de que no pretendan seguir nuestros pasos y renuncien a muchas ventajas. Al menos nosotros deberíamos hacer una reevaluación de principios y prioridades. Justo anoche leía en el libro Decrecimientos, de Carlos Taibo, que Ana Palacios, ministra con Aznar, dijo durante la invasión de Irak que “Las bolsas han subido y el petróleo ha bajado. Los ciudadanos ya pagan unos céntimos menos por la gasolina y el petróleo. Eso son datos”. 

La mayor parte de nuestra energía la sacamos de combustibles fósiles porque únicamente teniendo en consideración el precio durante el estado presente de las cosas nos renta más. La clase trabajadora a la que le cuesta un esfuerzo pasarse a bombillas de bajo consumo o los habitantes envejecidos que no quieren abandonar sus pueblos donde se planean construir embalses no son los reaccionarios causantes de la lentitud de este tránsito a las energías limpias. 

Por ahora, la construcción de las tecnologías necesarias para la producción de la energía verde pasa antes por la minería, para extraer de la Tierra los minerales necesarios para su fabricación; es decir, dependen de una fuente de energía no renovable y altamente contaminante pero más barata. Al ser el tiempo de amortización de la inversión de las energías renovables bastante largo, el interés en ellas queda obstaculizado por los intereses económicos inmediatos.  

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