Entre el 28 y el 29 de septiembre
tuve la suerte de participar en la actividad “Senderos de Libertad”. Esta fue
una andada de 42 kilómetros desde el pueblo de Fuendetododos hasta Zaragoza, en
homenaje a “Los Hijos de la Noche”, un grupo anarquista clandestino dedicado a
ayudar a las personas de izquierda en riesgo de asesinato por las fuerzas
nacionales tras el golpe de Estado del 36. La andada empezó tras la merienda,
se hizo noche al raso, aprovechando para dormir unas poquitas horas, y se
retomó antes de la salida del sol, para llegar a Zaragoza a la hora de comer.
Los caminos por los que anduvimos
no estaban demasiado preparados para ser recorridos (claro, de eso se trataba).
Apenas teníamos cobertura y no nos encontramos con ninguna farola. Usábamos un
mapa, muy old school. Yo iba mirando
la app Sky Map, aprovechando la diferencia de contaminación lumínica con la
ciudad. Con esta aplicación, si apunto con el móvil hacia cualquier dirección, consigo
localizar las estrellas, planetas o constelaciones que se encuentren hacia ahí.
Esa noche había luna nueva y el cielo estaba despejado, por lo que la
visibilidad era perfecta. Yo sé bastante poco de astronomía pero me resulta
divertido encontrar las constelaciones. Mientras andábamos, los desconocidos
con los que llevé a cabo la marcha se percataron de que yo parecía estar haciendo
fotos al cielo nocturno, por lo que mi móvil fue compartido por muchas personas
a las que se les despertó esa curiosidad.
Cuando el móvil volvió a mis
manos, yo seguí escrutando el cielo. Orión es de las pocas constelaciones que
localizo inmediatamente y, aunque la veía en el cielo, no la veía en el móvil.
No recuerdo qué otras estrellas me indicaba la pantalla que ocupaban ese punto
del espacio en vez de Betelgeuse o Rigel, pero desde luego no eran ellas. ¿El
viaje en el tiempo metafórico que hacíamos con la andada habría estado teniendo
lugar de verdad? No, tardé un poco pero me di cuenta de que alguien me había desconectado
los datos y la cobertura del móvil. Mis compañeros de marcha habían estado
localizando las estrellas en un mapa erróneo, y aun así creyeron haberlas
encontrado. Qué fácil fue que nuestra percepción fallase, autoconvencernos de que
los datos que entraban por nuestros ojos desde el cielo y los que entraban
desde la pantalla eran los mismos, cuando efectivamente no lo eran.
En cualquier caso, no nos
perdimos, y si nos hubiésemos perdido no habría pasado nada porque, en pleno
2019, no estábamos rehaciendo ese camino huyendo de nadie.
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