Cada casa es única a
muchos niveles, pero lo que aquí nos interesa es al nivel microbiano. No solo
porque cada persona tiene una cantidad y proporción de microorganismos
específica sino que también cada habitación puede ser un hábitat diferente. En
este pequeño escrito analizaré los inquilinos de un típico piso de estudiantes,
habitación por habitación.
Nada más entrar, los
zapatos que traemos de la calle ya contaminan todo el camino por donde pasan,
ya que han pisado gérmenes, huevos de parásitos…, en el 90% de los zapatos hay bacterias
coliformes (normalmente presentes en las heces).
En el salón muchas veces
se nos olvida limpiar el mando de la televisión, y esto es un error ya que, al
ir pasando de mano en mano, caerse al suelo, ser usado comiendo…, alberga una
enorme cantidad de microbios (el virus del resfriado suele encontrarse aquí); esto
también se aplica a nuestros móviles o al teclado del ordenador. El polvo suele ser un inquilino habitual,
allí encontramos por ejemplo bacterias grampositivas provenientes de nuestra piel,
como estafilococos y micrococos. Si tenemos aire acondicionado, es posible que
este meta adentro de casa al hongo Penicillium y lo esparza por todas
las habitaciones (siendo este causante de algunas alergias).
La cocina, aunque la
freguemos cada día, está también plagada de microrganismos, además de los que
se hayan usado para fabricar las cervezas de las neveras. En el fregadero se
acumulan cacharros y restos de comida, más las esponjas o trapos que
permanecen casi siempre húmedos: el fregadero tiene 100.000 veces más gérmenes
que el lavabo. De hecho, la bacteria Salmonella puede aguantar
hasta dos semanas en esas esponjas húmedas.
A las tablas de cortar
tampoco se les presta la atención debida: el 20% de las infecciones
alimentarias son producidas en casa. Aunque la carne cruda pueda contener, por
ejemplo, Campylobacter, al cocinarla desaparece. Pero si en la tabla
donde la hemos cortado posteriormente cortamos las verduras para la ensalada, o
lo hacemos con el mismo cuchillo, corremos el riesgo de la llamada
“contaminación cruzada” o toxiinfección. Para quienes tengan la lavadora y el
cesto de la ropa sucia en la cocina, estos también deben limpiarse
correctamente. Las bacterias Escherichia coli frecuentes en la ropa
interior pueden reprducirse en la lavadora gracias al calor y a la humedad. Y
en la lavadora, como en la nevera, suelen vivir hongos y moho por entre las
gomas.
Escherichia coli. Fuente: National Institute of Allergy and Infectius Diseases de EEUU. |
Intuitivamente podemos
pensar que el váter es donde más microorganismos encontraríamos en la casa,
pero lo cierto es que, precisamente por pensar esto, tendemos a limpiarlo más. Aunque
si al tirar de la cadena no bajamos la tapa, una nube de bacterias y virus
fecales se esparce desde el inodoro por todo el baño, por lo que podemos
materia fecal tanto en las cortinas de ducha, en las bañeras o en los cepillos
de dientes. Los cepillos de dientes de hecho tienen su propio ecosistema debido
a la humedad y a las bacterias de la placa dental. Y es que nuestra boca está llena
de microorganismos que se pasan de ella al cepillo y viceversa (estafilococos,
bacterias coliformes…, además de la ya citada materia fecal). En general, la
humedad del baño ayuda a las bacterias gramnegativas, hongos y levaduras a
desarrollarse, causantes de las manchas negras de las juntas o baldosas de la
ducha. Y, por último, algunos objetos como las brochas de maquillaje, las cuchillas
o las maquinillas también albergan gran cantidad de microorganismos que se van
acumulando, debido a su continuo contacto con la piel, no siempre limpia.
Finalmente, la microbiota
del dormitorio no tiene nada que envidiar a la de otras habitaciones. A los
pomos de las puertas y a los tiradores de los armarios les ocurre parecido al
teclado del ordenador: no los solemos limpiar y los tocamos continuamente. La
cama, las almohadas, sábanas y pijama merecen ser referenciadas. Cambiar las
fundas no es suficiente, ya que se acumula una gran cantidad de células muertas,
saliva, secreciones y ácaros del polvo.
Lo interesante de la
microbiota de los pisos de estudiantes es que, como esta depende de la propia
microbiota de las personas que lo habitan (y animales), cuando estas cambian
(algo muy frecuente cuando se comparte casa), la propia microbiota también, tardando
solo alrededor de dos semanas.
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