Dentro del catolicismo, que es la religión más cercana culturalmente a
mí, se suele afirmar que Dios tiene un plan; un plan para todos y para todo. Todo lo que ocurre lo hace por una razón,
aunque con nuestra limitada conciencia humana no lleguemos a comprenderlo, ya
que los caminos del señor son inescrutables.
Y es que Dios para quienes se dedican a la física, matemáticas o cosmología entre otras disciplinas,
es un tema recurrente. Es sabido que Einstein apostó porque Dios no jugaba a
los dados, queriendo con esto decir algo parecido a lo expresado en el párrafo
anterior: si conocemos todas las variables de un sistema, podremos predecir el
comportamiento de cualquier partícula (y el Dios cristiano conoce todas las
variables de todos los sistemas). Reformulando a Leibniz, que además de
filósofo también era matemático, si vivimos en el mejor de los mundos posibles (al
margen del clásico problema de la conjugación de Dios y el mal) es porque,
físicamente, no podríamos vivir en otro. Cada paso concreto desde el Big Bang
durante aproximadamente 15 000 millones de años hasta este mismo instante podría
explicar el actual estado de las cosas; esto es el principio antrópico: si el
mundo fuese de otra forma, no habría nadie para preguntarse por qué es así (así
lo explica el físico Steven Weinberg).
¿O no?
Desde hace
aproximadamente cien años, la mecánica cuántica apareció como nueva rama de estudio,
y con ella el concepto de aleatoriedad. Esto queda patente en el hecho de que
muchos de los datos que maneja para sus estudios solo pueden ser usados como grados
de probabilidad.
La conjugación o
unificación de la mecánica cuántica con la relatividad general es un tema difícil
que todavía sigue estudiándose. Ahora bien, hay un tiempo y un lugar (más o
menos) donde cada vez podemos tener menos dudas de que ambas deben fusionarse y
de hecho utilizar la teoría de cuerdas: durante la creación, primeras fases del
desarrollo y quizás prehistoria del universo. Y es en el estudio del espacio
donde podemos poner todas estas teorías a prueba.
Pero a lo que iba es a
que no solo mediante este estudio podemos poner teorías a prueba, sino que
antiguas verdades se desmontan y aparecen otras nuevas y descabelladas; la
teoría de cuerdas ha cambiado el modelo cosmológico estándar. Conforme más pasa
el tiempo, nuestra realidad va alcanzando las pasadas ficciones y se
desarrollan ante nuestros ojos otras nuevas.
Lo bonito de esto, para mí,
es que la ciencia ficción efectivamente tiene tanto ciencia como ficción, y que
muchas veces la ciencia evoluciona enfocándose hacia esas ficciones. Soñamos
con alienígenas, con máquinas del tiempo, bucles temporales, mundos con otras
leyes físicas, seres de otras dimensiones o realidades alternativas. Y todos estos
conceptos, profundamente científicos y fascinantes, pueden llegar a nuestras
mentes sin necesidad de pasarnos años estudiando ni física ni filosofía ni
cosmología, sino con obras de ciencia ficción. Por supuesto, en la mayoría de las
veces llena de inexactitudes, vaguedades teóricas y licencias, pero con su puntito
cosmológico científico.
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