Según de dónde provengan los microbios
que nos producen la enfermedad, esta puede ser
endógena si provienen de nuestra propia microbiota o exógena si vienen de otras
personas, del ambiente o de animales. Este último caso, el de las
enfermedades que proceden de un animal e infectan a los humanos, se llaman
zoonosis (en el sentido inverso también se dan). Las zoonosis pueden ser
causadas por una gran variedad de patógenos: virus, bacterias, hongos y
parásitos; y se clasifican en directas cuando se transmiten a través del
aire o del contacto directo como la saliva o las picaduras, o indirectas cuando
necesitan una especie intermedia.
Dos ejemplos de
zoonosis:
Como su nombre nos indica, esta
enfermedad se transmite a las personas a través de los arañazos o las
mordeduras de un gato, los cuales nos pasan una bacteria del género bartonella, siendo normalmente la Bartonella henselae
la causante de la enfermedad (hace años se consideraba a la bacteria Afipia felis como la causante, aunque ya no se la consideaa una causa importante). Las pulgas son las que actúan como el vector de
la transmisión entre gatos: la bacteria se encuentra en las heces de las
propias pulgas y la transmisión se produce a través de la inoculación de estas
heces de pulga mediante rasguños o con sus mucosas, pero la pulga en sí no es causante de la enfermedad. La enfermedad es más común en niños que en adultos, normalmente no es muy grave y se suele pasar sin tratamiento en alrededor de un
mes. En personas que no padezcan inmunodeficiencia/s, los síntomas son dolor en los nódulos linfáticos (pudiendo este durar meses) y dolor de cabeza y fiebre.
Esta micosis es producida
por tres subespecies del hongo Histoplasma. No es contagiosa
ya que no se transmite entre personas o animales directamente sino que uno se
infecta tras inhalar ciertas esporas presentes en las heces de las aves o de
los murciélagos. No es peligrosa si nuestro sistema inmunitario funciona
correctamente pero en personas con inmunodeficiencia/s se podría complicar hasta la
muerte. Cómo se produzca concretamente la infección depende de qué subespecie
del hongo sea la que nos toque, ya que en algunos casos puede ser percutánea o
conjuntival. Los síntomas también pueden variar mucho, aunque no suelen ser
graves; como fiebre, dolor articular o tos.
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